Dune (Crónicas de Dune, #1) – Frank Herbert

Fue como una íntima unión, la más completa y definitiva, y fue dos personas al mismo tiempo: no telepatía, sino consciencia recíproca.

¡Con la vieja Reverenda Madre!

Pero Jessica vio que la Reverenda Madre no pensaba en sí misma como en una vieja. Una imagen se desplegó en las dos mentes fusionadas: una mujer joven de espíritu alegre y tierno humor.

Dentro de su mutua consciencia, la joven dijo:

—Si, así es como soy.

Jessica sólo pudo aceptar aquellas palabras, no responder a ellas.

—Muy pronto lo tendrás todo, Jessica —dijo la imagen interior. Es una alucinación, se dijo Jessica.

—Tú sabes bien que no —dijo la imagen interior—. Debemos apresurarnos ahora, no luches conmigo. No hay mucho tiempo. Nosotras… —Una larga pausa, y luego—: ¿Por qué no nos has dicho que estabas encinta?

Jessica encontró al fin la voz que podía hablar en el seno de su mutua consciencia.

—¿Por qué?

—¡¡Esto nos cambia a ambas!! Santa Madre, ¿qué es lo que hemos hecho?

Jessica percibió un cambio en la mutua consciencia, y una nueva partícula -presencia apareció ante su ojo interior. Se movía rápida e incontroladamente, aquí, allí, trazando círculos. Irradiaba puro terror.

—Tendrás que ser fuerte —dijo la imagen-presencia de la Reverenda Madre—. Eres afortunada de llevar una hija. Un feto masculino hubiera sido muerto. Ahora… suavemente, lentamente… toca a tu hija-presencia. Sé tu hija-presencia. Absorbe su miedo… cálmala… usa tu valor y tu fuerza… suavemente ahora… suavemente. La partícula torbellineante se acercó, y Jessica se obligó a tocarla. El terror amenazó con arrollarla.

Lo combatió con el único medio a su alcance que conocía: «No conoceré el miedo. El miedo mata la mente…»

La letanía le devolvió algo de calma. La otra partícula se inmovilizó a su lado. Las palabras no servirán, se dijo Jessica.

Descendió hasta el nivel de las reacciones emocionales básicas, irradió amor, confort, una cálida protección.

El terror retrocedió.

De nuevo se impuso la presencia de la Reverenda Madre, pero ahora la percepción era triplemente mutua… dos de ellas activas y la tercera absorbiendo inmóvil.

—El tiempo me empuja —dijo la Reverenda Madre con su consciencia—. Tengo mucho que darte. E ignoro si tu hija podrá aceptarlo todo y conservar su salud mental. Pero así debe ser: las necesidades de la tribu están por encima de todo lo demás.

—¿Qué…?

—¡Guarda silencio y acepta!

Ante Jessica empezaron a desfilar experiencias. Eran como la banda de lectura de un proyector de adiestramiento subliminal en la escuela Bene Gesserit… pero mucho más rápido… terriblemente mucho más rápido.

Y pese a todo… claro.

Reconocía cada experiencia en el mismo momento en que se manifestaba: había un amante, viril, barbudo, con los ojos oscuros de los Fremen, y Jessica sintió su fuerza y su ternura, y toda su vida en un instante, a través de los recuerdos de la Reverenda Madre. No era el tiempo de pensar en el efecto que tendría esto en el feto de su hija, era tan sólo el tiempo de aceptar y registrar. Las experiencias se derramaron sobre Jessica: nacimiento, vida, muerte… cosas importantes e intrascendentes, toda una existencia en un simple relámpago de tiempo.

¿Por qué esta catarata de arena cayendo desde lo alto de un farallón ha permanecido incrustada de esta manera en el recuerdo?, se preguntó.

Más tarde Jessica comprendió lo que estaba ocurriendo: la anciana estaba muriendo y, al morir, vertía todas sus experiencias en la consciencia de Jessica, como el agua se vierte en una taza. La otra partícula se desvaneció lentamente en su propia consciencia prenatal, bajo la mirada interior de su madre. Y, mientras, la vieja Reverenda Madre dejaba su vida en la memoria de Jessica con un último gemido confuso de palabras.

—Te he esperado tanto tiempo —dijo—. Aquí está mi vida.

Y allí estaba realmente, almacenada en su interior, toda ella. Hasta el instante de su muerte.

Ahora soy una Reverenda Madre, se dio cuenta Jessica.

Y necesitó tan sólo un instante para comprender lo que era ahora, supo realmente lo que significaba ser una Reverenda Madre Bene Gesserit. La droga venenosa la había transformado.

No ocurría exactamente así en la escuela Bene Gesserit, pensó. Ahora lo sabía, aunque nadie la había introducido en aquellos misterios.

Pero el resultado era el mismo.

Jessica sintió la partícula infinitesimal de su hija rozando su consciencia interior, la tocó, pero no obtuvo respuesta.

Un terrible sentimiento de soledad invadió a Jessica junto con la comprensión de lo que le había ocurrido. Vio su propia vida retardarse al tiempo que todas las demás vidas a su alrededor seguían avanzando cada vez a mayor velocidad, hasta que el complejo diseño de las influencias recíprocas se hacía claramente visible.

Su percepción interior se hacía menos intensa a medida que disminuían los efectos de la droga, pero sentía aún la presencia de la otra partícula, y la tocó suavemente, con un sentimiento de culpabilidad por haber permitido que le ocurriese aquello. Lo he permitido, mi pobre, aún no formada y pequeña querida hija. Te he llevado a este universo y te he expuesto sin la menor defensa a la infinita variedad de sus conocimientos.

Un infinitesimal flujo de amor-confort, como un reflejo del que ella había vertido antes, le llegó de la otra partícula.

Antes de que Jessica pudiera responder, sintió la presencia del adab, el recuerdo que exige. Era algo que tenía que hacer. Intentó liberarse, dándose cuenta de que estaba aún aturdida por las últimas huellas de la droga que impregnaba sus sentidos. Puedo cambiar, esto, pensó. Puedo cambiar la acción de la droga y hacerla inofensiva. Pero comprendió que sería un error. Estoy participando en una unión ritual. Supo entonces lo que tenía que hacer.

Jessica abrió los ojos, e hizo un gesto en dirección al saco que Chani mantenía por encima de ella.

—Ha sido bendecido —dijo Jessica—. Mezclad las aguas, dejad que el cambio alcance a todos, que el pueblo pueda participar y contribuir en la bendición. Dejad que el catalizador haga su trabajo, pensó. Dejad que el pueblo beba de él y cada uno tenga, por un momento, su más intensa percepción de los demás. La droga ya no es peligrosa… ahora que una Reverenda Madre la ha transformado. Pero el exigente recuerdo seguía presionando en su interior. Se dio cuenta de que había otra cosa que debía hacer, pero la droga le impedía concentrarse. Ahhh… la vieja Reverenda Madre.

—He encontrado a la Reverenda Madre Ramallo —dijo Jessica—. Ella se ha ido, pero permanece entre nosotros. Que su memoria sea honrada según el ritual.

¿Dónde he encontrado estas palabras?, se preguntó Jessica.

Y comprendió de pronto que venían de otra memoria, la vida que le había sido dada y que ahora formaba parte de si misma. Pero pese a todo aún seguía faltando algo.

«Deja que ellos tengan su orgía», dijo la otra memoria dentro de ella. «Hay tan pocos placeres en la vida. Además, tú y yo necesitamos otro breve instante para conocernos, antes de que yo me disuelva completamente en tus recuerdos. Me siento ya obligada a muchos de ellos. Ahhh… tu mente está llena de cosas interesantes. Muchas más cosas de las que nunca hubieras imaginado.»

Y la memoria encapsulada en su mente se abrió para Jessica, permitiéndole ver, como a lo largo de un inmenso corredor, a otras Reverendas Madres tras otras Reverendas Madres tras otras Reverendas Madres, en una sucesión que parecía no tener fin. Jessica retrocedió, aterrada ante la idea de sumergirse en aquel océano sin límites. Pero el corredor no desapareció, revelando a Jessica que la cultura Fremen era más increíblemente antigua de lo que nunca hubiera podido suponer. Vio que había habido Fremen en Poritrin, todo un pueblo que se había reblandecido con el contacto de aquel planeta demasiado fácil, una presa sencilla para las incursiones de los reclutadores Imperiales en busca de elementos para las colonias de Bela Tegueuse y Salusa Secundus.

Oh, el lamento que Jessica percibió en aquella separación.

En las lejanías profundidades del corredor, una imagen-voz exclamó:

—¡Nos han negado el Hajj!

Jessica vio en aquel corredor interior los barracones de esclavos en Bela Tegueuse, Vio cómo habían sido eliminados y seleccionados los hombres para poblar Rossak y Harmonthep. Escenas de brutal ferocidad se abrieron ante ella como los pétalos de una terrible flor. Y vio el hilo del pasado, transmitido de Savyadina en Sayyadina, primero a viva voz, oculto entre los cantos de la arena, después por las Reverendas Madres, gracias al descubrimiento de la droga en Rossak… y el hilo era ahora más sólido que nunca, en Arrakis, con el descubrimiento del Agua de Vida.

Muy lejos, en lo más profundo del corredor, otra voz gritó:

—¡Nunca perdonar! ¡Nunca olvidar!

Pero la atención de Jessica estaba concentrada en la revelación del Agua de Vida, en sus fuentes: la exhalación líquida del gusano de arena moribundo, de un hacedor. Y cuando vio la forma en que era muerto en su nueva memoria, estuvo a punto de gritar.

¡La criatura era ahogada!

—Madre, ¿te encuentras bien?

La voz de Paul penetró en ella, y Jessica luchó por abstraerse de su visión interior, consciente de sus deberes para con su hijo pero irritada por su intromisión. Soy como una persona cuyas manos han permanecido paralizadas, insensibles, durante toda su vida… hasta que un día vuelve a ellas su habilidad de moverse y percibir sensaciones.

El pensamiento permaneció suspendido en su mente, una consciencia envolvente. Y yo digo: «¡Mira! ¡Tienes manos!» Pero la gente a mi alrededor me pregunta: «¿Que son las manos?».

—¿Te encuentras bien? —repitió Paul.

—Sí.

—¿Es correcto que beba? —señaló el saco en las manos de Chani—. Ellos quieren que beba.

Jessica percibió el oculto significado en sus palabras, y comprendió que él había detectado el veneno en la sustancia original, antes de ser transformada, y que estaba preocupado por ella. Entonces empezó a preguntarse cuáles eran los límites de la presciencia de Paul. Aquella pregunta le revelaba muchas cosas.

—Puedes beber —dijo—. Ha sido transformada —y miró a Stilgar, inmóvil tras su hijo, que la estudiaba con sombríos ojos.

—Ahora sabemos que no habéis mentido —dijo el Fremen. Ella captó también un significado oculto en aquella frase, pero el efecto de la droga oscurecía aún sus sentidos. Era tan cálida y tan relajante. Los Fremen habían sido tan buenos con ella proporcionándole una tal unión.

Paul se dio cuenta de que la droga se estaba adueñando de su madre. Buscó entonces en su memoria… el pasado inmutable, las líneas de flujo de los posibles futuros. Con su ojo interior, le parecía estar explorando una sucesión de instantes inmóviles y desconcertantes. Los fragmentos eran difíciles de comprender cuando eran arrancados del flujo.

Aquella droga… podía acumular un gran número de datos sobre ella, comprender lo que le estaba haciendo a su madre, pero era un conocimiento desprovisto de su ritmo natural, de un sistema de reflexión recíproca.

De pronto se dio cuenta de que una cosa era la visión del pasado en el presente, pero que la auténtica prueba de la presciencia era ver el pasado en el futuro. Las cosas persistían en ser distintas de lo que parecían ser.

—Bebe —dijo Chani. Movió el extremo del tubo bajo su nariz.

Paul se envaró, mirando a Chani. Sintió en el aire la excitación de la fiesta. Sabía lo que ocurriría si bebía aquella especia que era la quintaesencia de la sustancia que había producido el cambio en él. Volvería a aquella visión de tiempo puro, un tiempo convertido en espacio. La droga le llevaría a aquella cima vacilante, desafiándole a comprender.

—Bebe, muchacho —dijo Stilgar, tras Chani—. Estás retrasando el ritual. Prestó oído a la multitud, y percibió una nota salvaje en innumerables voces.

—Lisan al-Gaib —decían—. ¡Muad’Dib!

Miró a su madre. Parecía dormir pacíficamente en su posición sentada, respirando profunda y regularmente. Una frase surgida de aquel futuro que era su solitario pasado llegó a su mente: «Está durmiendo en el Agua de Vida.»

Chani tiró de su manga.

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