La danza de los deseos – Laura Abbot

Lo sorprendió la forma en que Libby había intuido su preocupación como nunca antes había ocurrido, como si años atrás sus caminos se hubieran separado y ahora volvieran a unirse.

—Sí —murmuró él.

—Oigo un coche, papá —dijo Kylie corriendo al porche—. Ya están aquí.

—¿Estás segura? —preguntó Trent a Libby antes de acercarse a la puerta.

—Todo lo que cabría estar —dijo ella con una débil sonrisa.

Kylie tomó a su abuela de la mano y la empujó dentro del salón. Gus las siguió a las dos.

Después de quitarse los abrigos y de los saludos de rigor, Georgia echó un vistazo a la habitación.

—Pequeña —dijo.

Trent no pudo evitar autocensurarse. ¿Por qué no habría optado por un restaurante neutral?

—Nosotros preferimos decir que es «acogedora».

—Me recuerda a la pequeña cabaña que tenía mi padre cuando iba a cazar —terció Gus.

Trent posó la palma de la mano en la espalda de Libby.

—Georgia, Gus, me gustaría presentaros a Libby Cameron.

—Es mi profesora —dijo Kylie orgullosa.

—Señorita Cameron —dijo Gus avanzando un paso y tomando su mano sin añadir «encantado de conocerla».

—Un placer —dijo Libby mirando a continuación a Georgia con una sonrisa—. Señora Chisholm, Kylie me habla siempre muy bien de usted. Estaba deseando conocerla.

—Sí, bueno, se puede decir que estoy muy unida a mi nieta —dijo Georgia tras un ligero titubeo.

Trent cruzó los dedos tras la espalda, desesperado por aparentar serenidad. Afortunadamente, Kylie —ajena a toda tensión— salvó el instante.

—Abuela, ven a ver mi habitación. Y mis Barbies —dijo la niña sin perder de vista la bolsa de regalo que llevaba su abuela en la mano—. Tu también, señorita Cameron.

Libby lanzó una rápida mirada hacia Trent, que respondió con un asentimiento con la cabeza para darle ánimo.

—Discúlpeme, señor Chisholm —dijo Libby antes de abandonar el salón con Georgia y Kylie.

—Te apetece algo de beber? —preguntó Trent.

—Un whisky.

Trent preparó la copa para su suegro y se abrió una cerveza para él.

—Salud —dijo entrechocando los vasos.

—Conocernos va a llevar su tiempo —dijo Gus mirando hacia el pasillo que conducía a las habitaciones.

—Lo sé.

—Naturalmente, como abuelos, nos preocupa primordialmente el bienestar de Kylie.

—Así debería ser. Si le dais a Libby una oportunidad, creo que ella sabrá cómo aprovecharla.

—Por eso estoy aquí. Para verlo —dijo el hombre mayor dando un sorbo—. ¿Pero Georgia? No lo sé. Espero que ella pueda considerar la situación con amplitud pero no apostaría. Todavía llora la muerte de Ashley. Supongo que los dos lo hacemos. Probablemente sea siempre así.

—Comprensible —dijo Trent—. Pero para Kylie y para mí, la vida continúa.

—Sólo esperamos que no queráis hacerlo sin nosotros —dijo Gus rodeando a su yerno por los hombros.

Era imposible no captar la nota de miedo en la voz del hombre.

—No ocurrirá. Siempre seréis parte de esta familia.

Gus sólo pudo contestar con un asentimiento, porque fue incapaz de encontrar la voz.

* * * * *

Libby se quedó en la puerta de la habitación de Libby, sintiéndose invisible, el corazón en un puño. Georgia se sentó en el borde de la cama y ayudó a Kylie a desnudar a la última Barbie de la colección, una princesa con un vestido brillante. Alineadas en el suelo junto al armario había, al menos, un docenas de aquellas glamurosas muñecas.

Kylie se giró hacia Libby y señaló el despliegue.

—Siéntate y elige una —Kylie se sentó en el suelo y señaló hacia su abuela para que se sentara a su lado—. Vamos a jugar a las Barbies.

Georgia frunció el ceño levemente como si no estuviera segura de querer tenerla a su lado, pero se sentó y cruzó las piernas. Libby seleccionó una Barbie enfermera mientras que Georgia optó por una vestida de chef.

—Yo me quedo con ésta —anunció Kylie sosteniendo la nueva adquisición—. Es preciosa. La llamaré Ashley. Como mamá.

—¿Recuerdas a mamá? —preguntó Georgia dando un respingo.

—Claro que sí. Le he hablado de ella a la señorita Cameron, ¿a que sí?

—Sí que lo has hecho —Libby buscó la mirada de Georgia—. Su hija debió de ser una mujer muy hermosa. Siento mucho su pérdida.

Georgia se puso rígida como si estuviera intentando mantener el control. Se limitó a asentir con la cabeza en señal de reconocimiento.

Kylie levantó en sus manos a Ashley.

—Es la reina y quiere que la enfermera y la chef se hagan amigas. ¿Verdad, Ashley? —dijo haciendo señales a las muñecas de Georgia y Libby—. Ahora os abrazaréis.

Durante un momento, Libby pensó que la otra mujer se negaría pero finalmente dejó que su muñeca abrazara a la de Libby.

—Hola —murmuró Libby—. Encantada de conocerla.

—¿Cómo está? —respondió Georgia.

—Bien —dijo Kylie—. Y ahora, ¿quién empieza? Quiero que las dos le digáis a Ashley lo que más os gusta de ella —sonrió—. Le gusta oír por qué es la mejor reina.

Libby miró la cara pintada de la muñeca enfermera e hizo que se acercara a Ashley. Georgia se sentó con la cabeza gacha sujetando a su muñeca entre los dedos.

—Eres la mejor reina —comenzó Libby—, porque tienes buen corazón y por eso todo el mundo que te conoce te quiere y nunca, nunca te olvidará.

Kylie se giró expectante hacia su abuela. Cuando Georgia alzó la mirada. Libby vio el brillo de las lágrimas en sus ojos grises y sólo pudo imaginar el esfuerzo que aquel juego debía de estar suponiendo para ella. Libby sintió mucha lástima. Aquella mujer que deseaba a toda costa conservar la máscara puesta estaba sufriendo.

—Reina Ashley… —comenzó pero se detuvo para aclararse la garganta—. Reina Ashley, eres muy hermosa, por dentro y por fuera.

Kylie hizo que la muñeca se doblara en una inclinación y, con reluciente sonrisa, añadió sus propios cumplidos.

—Y lo mejor de todo, Reina Ashley eres la mejor mamá que conozco.

Libby no pudo contenerse. Extendió la mano y apretó la de Georgia.

—Su hija Ashley debió de ser una mujer extraordinaria —dijo con suavidad.

—Lo fue —murmuró Georgia y al momento su rostro recuperó su habitual expresión impasible.

* * * * *

Trent dejó a Gus disfrutando de su bebida y se acercó al pasillo.

—¿Las señoras quieren beber algo? ¿Vino, cerveza…?

Kylie levantó la vista.

—Está bien —dijo a las dos mujeres—. Yo me quedaré jugando a las muñecas y vosotras podéis ir a hablar de cosas de mayores.

Las dos lo siguieron hasta el salón, donde se sentaron en extremos opuestos del sofá. Gus habló del tiempo y Libby, por su parte, los informó de la evolución favorable de Kylie en el colegio.

—Libby ha estado dándole clases extra para mejorar la lectura —dijo Trent mientras ofrecía a cada mujer una copa de vino.

—No sabía que tuviera problemas —dijo Georgia con expresión sorprendida.

—No es extraño que un niño experimente un retroceso en su aprendizaje tras la muerte de un padre. Pero suele ser temporal —explicó Libby—. Ya está progresando.

—Entonces debemos agradecérselo —dijo Gus.

—No es necesario. Ha sido un placer —dijo Libby sonriendo.

De nuevo silencio y todos decidieron beber al unísono. Trent sacó un taburete de la cocina y se sentó en él en el centro de la reunión.

—Tal vez nos relajemos si admitimos que es una situación extraña para todos.

Libby no necesitó más que una mirada para agradecerle el intento.

—Ya os he contado un poco mi historia con Libby y mis sentimientos hacia ella. Nos hemos vuelto a encontrar y planeamos pasar más tiempo juntos, ver cómo van las cosas. De ninguna manera olvidaré a Ashley. Ella fue muy importante en un momento de mi vida.

—Y yo no quiero que lo hagas —dijo Libby.

Gus lo miraba interesado pero Trent no tenía idea de lo que estaría pensando Georgia.

—Libby es una gran persona. Kylie está loca por ella. Explorar un poco la relación tiene sentido para todos nosotros.

—¿Pero Kylie…? —la voz de Georgia se entrecortó.

Fue Libby quien tomó el hilo de la conversación.

—Lo que Kylie necesita es sobre todo estabilidad y armonía. Sé que la idea de que Trent y yo estemos juntos tiene que ser muy difícil para usted. También soy consciente de lo mucho que amaba a su hija y de que Trent es mejor persona ahora, después de haberla conocido. Lo admiro por ello. Yo también perdí a mi madre cuando era una niña y sé lo que siente Kylie. Le aseguro que nunca la olvidará. Yo no he olvidado a la mía.

Un silencio siguió a las palabras de Libby y Trent se vio incapaz de llenarlo. En ese momento, la alarma del horno saltó, lo que fue un alivio porque le permitió alejarse de la conversación para ir a ocuparse de la cena. Libby se ofreció a ayudarlo y Trent le pasó la ensaladera y la botella con el aliño. Kylie apareció con su Reina Ashley y los Chisholm centraron toda su atención en la niña. Trent tenía dificultades para respirar.

La cena habría sido un desastre de no ser por la actitud inocente de Kylie. Daría lo que fuera por poder ver el mundo a través de los ojos de su hija. Para ella aquello era una reunión de personas que la querían y, desde su limitada perspectiva, lo normal era que todos se llevaran bien.

Cuando Gus empezó a hacerle a Libby algunas preguntas sobre su vida, la cena casi había terminado. Georgia miraba el plato mientras Libby hablaba hasta que finalmente levantó la cabeza.

—¿Por qué te casaste con Trent?

Trent sintió mal cuerpo. Aquella pregunta trajo a su memoria el enfado monumental de Georgia al enterarse de que su hija iba a casarse con él, con o sin su permiso.

Libby no se anduvo por las ramas y, para total satisfacción de Trent, se limitó a una simple declaración:

—Porque lo amaba.

—Por lo que parece el amor no duró mucho. ¿Por qué? —preguntó Georgia con una mueca de desprecio.

Con una elocuente mirada en dirección a Kylie Gus intervino.

—Dejemos este tema para otro momento —y a continuación se giró hacia su nieta—. Y dime, señorita, ¿qué tal en el colegio? La señorita Cam… digo. Libby, dice que cada día lo haces mejor.

Mientras Georgia volvía su atención al plato y Trent rogaba porque la cena acabase pronto, Kylie empezó a contar con profusión de detalles las maravillas de estar en segundo curso.

—¿Y sabéis una cosa? Desde que hemos venido a vivir aquí he aprendido a esquiar.

—¿Esquiar? —Georgia miró a Trent con furia—. ¿Por qué? Es demasiado joven. Esquiar es peligroso. Pero es muy propio de ti, Trent —dijo con total desprecio—. Sólo tú tienes necesidad de probar todas esas endiabladas cosas, pero no dejaré que mi nieta comparta tu idea de la diversión —la última palabra salió de su boca como una acusación—. A este paso, ¿qué será lo próximo? ¿Parapente?

—Los niños empiezan a esquiar a temprana edad por esta zona —terció Libby en defensa de Trent.

—Kylie no es una niña cualquiera —contestó Georgia con irritación—. He perdido una hija y no puedo estar de acuerdo con que mi nieta aprenda a esquiar. No hasta que sea más mayor.

Kylie giraba la cabeza de un adulto a otro.

—Pero a mí me gusta esquiar —dijo con decisión.

—No hay nada más que hablar —dijo Georgia—. Eres mi nieta y te lo prohíbo.

Trent había llegado al límite de su paciencia. Dejó la servilleta en la mesa y se puso en pie.

—Este no es lugar para que prohíbas o permitas nada. Georgia. El padre soy yo.

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