La danza de los deseos – Laura Abbot

Por más que Trent no quisiera oír que Libby tenía dudas sobre su futuro, agradecía no tener que meterse en detalles.

—Tiene razón.

—Tengo muchas ganas de que los abuelos la conozcan. Espero que la quieran mucho, ¿tú no?

—Tendremos que esperar.

Weezer y Scout salieron a la puerta. Weezer tenía la mesa de las cartas preparada para jugar y Kylie se despidió alegremente de su padre mientras éste iba al encuentro.

El Alpine Lodge, situado en lo alto del camino, estaba iluminado por pequeños farolillos que invitaban a acercarse a su fachada de estilo tirolés. Chad lo describía como el alojamiento de los «pijos» de montaña. El lujo del lugar quedaba de manifiesto en las gruesas alfombras de lana que cubrían el reluciente piso de madera de pino y los sofás de cuero del vestíbulo, que daban la bienvenida al huésped. Pero Trent no podía pensar en otra cosa que en el frío recibimiento que iban a darle los Chisholm.

Tras preguntar en recepción, subió a grandes pasos las escaleras hasta la habitación en el segundo piso. No quería problemas. Sin embargo, sospechaba que eso era exactamente lo que iba a encontrar.

—Pasa, Trent —dijo Gus al abrir la puerta.

Georgia vestida con un traje de pantalón de lana en color blanco y blusa color lavanda, esperaba sentada en un sillón, tocándose el collar de oro con sus dedos de uñas perfectas. El único recibimiento a su llegada fue un frío asentimiento de cabeza.

Su marido, al contrario, abrazó a Trent con cariño.

—¿Qué tal estás, hijo?

—No me puedo quejar.

Gus lo tomó del brazo y lo condujo al sofá.

—¿Algo de beber?

—Nada, gracias —dijo Trent sentándose.

Gus se sentó en la silla de escritorio que había junto al sofá, de forma que los tres describían un triángulo. Trent se dio cuenta, con gran desagrado, del simbolismo de su posición de espaldas a la pared.

—¿Quién está con Kylie? —preguntó Georgia con tono crítico.

—Está con mi amiga Weezer —dijo él.

—¿Wezzer? ¿Qué clase de nombre es ése? —preguntó con desprecio.

—Apodo de Louise. Es la mujer que conocí cuando era niño. Vivimos de alquiler en su cabaña de montaña temporalmente.

—¿Se lleva bien Kylie con ella? —preguntó Gus.

—Sí.

Un desconcertante silencio se apoderó de la habitación hasta que, finalmente, Gus lo rompió.

—Supongo que Georgia te dijo por qué estamos aquí.

Trent asintió. Su suegra permanecía mirándolo con expresión de hielo.

—Entenderás lo asombrados que nos quedamos cuando Kylie nos dijo que ibas a casarte —continuó Gus.

—Dejadme aclararos algo. No tengo planes de boda.

—¿Entonces por qué nos dijo Kylie algo así? —dijo Georgia.

—Es una niña. Piensa que lo único que tiene que hacer para que algo suceda es desearlo.

—¿Y por qué habría de desear algo así?

Trent se paró a pensar en una respuesta. ¿Cuánto podía decirles? ¿Lo comprenderían?

—Echa mucho de menos a su madre. Ve mi tristeza. Tal vez quiere que nuestra situación se arregle.

—¿Arreglarse? ¿Casándote con tu ex mujer? —Georgia lo miró con frialdad—. ¿Tan pronto has olvidado a Ashley? ¿Y quieres que también Kylie la olvide?

—No, Georgia, no he olvidado a Ashley. Al contrario. Pienso en ella cada día y siempre agradeceré haber estado casado con ella. Sé que no pensabas que tuviera mucho que ofrecerle, al menos desde el punto de vista económico. Pero la quería. Fui muy feliz con ella. Y con Kylie. Te aseguro que no hay peligro de que Kylie la olvide. Habla de ella todo el tiempo.

—Entonces dinos una cosa. ¿Por qué persigues a esa mujer? —dijo Gus a las claras.

Trent se frotó las manos antes de hablar.

—Tengo toda una vida por delante. Tengo una hija a la que quiero más que a nada en el mundo y quiero su felicidad. No es bueno llorar la pérdida tanto tiempo. Llega un punto en que tienes que avanzar. Eso no significa que hayamos olvidado a Ashley, sólo significa que no podemos vivir en constante luto. ¿Y por qué Libby Cameron? Lo único que se me ocurre es: ¿por qué no ella?

Con la urgente necesidad de moverse, Trent se puso en pie y se acercó al mueble bar. Se giró para mirarlos.

—Libby es una mujer amable y cariñosa, con un carácter bondadoso. Kylie se sintió atraída por ella antes de saber que habíamos estado casados. Por razones en las que no entraré ahora, la decepcioné mucho en nuestro matrimonio —se detuvo y tuvo que obligarse a no hacer caso al soplido de censura de Georgia—. Éramos muy jóvenes e inseguros. Pero la quería. Ahora tengo una segunda oportunidad y hemos decidido intentar recuperar nuestra relación.

Georgia abrió mucho los ojos pero Gus se puso en pie mirando a su yerno con dolor.

—No tienes idea de lo difícil que es esto para nosotros.

—No, señor, sólo puedo imaginarlo. Pero sí puedo asegurar que recordaremos a Ashley mientras vivamos.

—Es demasiado pronto —consiguió decir Georgia con voz estrangulada por la emoción.

—¿Cuándo consideráis que sería el momento apropiado? —preguntó Trent con suavidad.

Georgia levantó la vista, los ojos llenos de lágrimas, pero sólo pudo encogerse de hombros. Gus se acercó a ella y le puso una mano en el hombro.

—Nos importas hijo. Y estamos locos por Kylie. Una boda lo cambiaría todo.

—Nada ha ocurrido aún —dijo Trent inspirando profundamente—. Pero si ocurre, quiero que vuestra relación con Kylie, con Libby y conmigo sea como vosotros decidáis que sea.

—Eso es pedir demasiado, hijo.

—Lo sé —dijo Trent asintiendo—. Pero aún no la conocéis. Me gustaría que lo hicierais. Puede que os haga cambiar de opinión.

—No me gusta la idea de que mi nieta tenga una madrastra —dijo Georgia.

—¿Prefieres que sólo me tenga a mí? Necesita una familia.

—Tiene una. Nosotros.

Trent se metió las manos en los bolsillos para ocultar los puños apretados.

—¿No vais a conocer a Libby? Por favor.

Cuando Georgia retiró la vista, Trent miró a Gus.

—No tiene por qué ser algo desagradable —añadió. Gus retiró la mano del hombro de su mujer.

—Esta relación con esa Libby, ¿es importante para ti?

—Mucho. Y también para Kylie.

—¿Georgia? —la mujer miraba al techo—. Cariño. Trent no se está apresurando. ¿Qué hay de malo en conocer a la señorita Cameron?

—¿Lo harás por Kylie? —preguntó Trent.

—Si no queda más remedio —dijo la mujer con resignación finalmente.

Aunque la concesión era débil, Trent estaba dispuesto a agarrarse a un clavo ardiendo. Kylie apenas tenía familia y lo último que deseaba era alejar a los Chisholm. Bueno, no realmente. Lo último era renunciar a Libby.

—De acuerdo entonces. Hablaré con ella y le preguntaré cuando podemos vemos. Me gustaría que Kylie también estuviera presente para que comprobéis lo bien que se lleva con Libby.

Georgia permaneció sentada, oculta entre las orejas del sillón. Gus acompañó a Trent a la puerta y allí salió al pasillo entornando la puerta tras él.

—Hijo, todo esto es muy incómodo.

—Siento haberos causado tanta preocupación.

—Es más por ella que por mí. Lo pasó muy mal con la muerte de Ashley. Ahora tiene miedo de perder a Kylie si aparece esta mujer.

—No creo que eso ocurra. Libby sabe el valor que tiene una familia. Nunca querría interponerse entre Kylie y vosotros.

—¿Estás decidido?

—Absolutamente.

—Entonces, adelante. Haré lo que pueda para ser comprensivo pero no puedo prometerte que Georgia lo haga.

—Es justo —dijo Trent extendiendo la mano.

Trent iba reflexionando en el coche de camino a casa. No eran malas personas. Gus era lo más cercano a un padre que había conocido. Agradecía su disposición a darle a Libby una oportunidad, pero no podía evitar pensar si aquel encuentro no sería una carga demasiado pesada para dejar caer sobre Libby y su renovada relación. No sería fácil convencer a Georgia, y él no estaba preparado para tolerar cualquier tipo de brusquedad por su parte. Y en el centro de todo, Kylie.

Lo que iba a ser un cortejo se había convertido en una tregua pactada. Desde luego no era la idea romántica que había albergado.

* * * * *

El sábado amaneció espléndido. Cuando Lois llamó a Libby para preguntarle si quería ir a hacer ejercicio con ella, ésta aceptó rápidamente. Los nervios de la semana anterior la habían dejado anquilosada.

En el gimnasio. Libby estuvo media hora en la bicicleta estática, y luego veinte minutos más en la cinta de correr. Terminó a velocidad de paseo y finalmente se bajó contenta de haber ejercitado el cuerpo al máximo. Cuando terminó, Lois la llevó a la zona de las pesas.

—¿Más?

—Soy una entrenadora dura —dijo ella con una sonrisa.

—¿No me digas? —preguntó Libby con sarcasmo.

—Vamos, Cameron, puedes hacerlo.

Durante quince minutos más, estuvieron levantando pesas hasta que Libby sintió que los brazos eran como espaguetis demasiado cocidos.

—Lo has hecho muy bien, amiga —concedió Lois quitándole las pesas—. Te mereces un premio.

—Al menos.

Estiraron un poco y se pusieron los abrigos. Lois tomó a Libby del brazo y la acompañó a una cafetería cercana.

—Te invito a un capuchino.

—Bien. Quiero uno gigante.

—¿Te vas a vengar por haberte torturado?

—Algo así.

Aparte de en el colegio, Libby se dio cuenta de que apenas había visto a Lois últimamente. Desde el día de la iglesia, no habían hecho nada juntas, solas las dos. Lois regresó de la barra con dos tazas humeantes.

—Aquí tienes —dijo posando la taza de Libby frente a ella—. Considéralo una ofrenda de paz.

—Sinceramente, tengo que decirte que me siento mejor ahora de lo que me he sentido en semanas —dijo Libby con una gran sonrisa—. El ejercicio me ha hecho bien.

—Me alegro. Parecías agotada los últimos tres días.

Tenía que decirle un amigo una amarga verdad.

—¿Por algún motivo en particular?

Libby sabía que podía evitar la pregunta con una broma, pero necesitaba una opinión objetiva de su situación y ¿quién mejor que Lois? Asintió finalmente.

—Varias empezando por el hecho de que he roto con Doug.

—¿De veras? —preguntó verdaderamente sorprendida—. Sabía que las cosas iban a complicarse con tu ex en la ciudad, pero estabas loca por los Travers.

—Así es. Me gustan todos pero al parecer no puedo enamorarme de Doug y Dios sabe que lo he intentado.

—¿Cómo se lo tomó?

—¿De qué otra forma podría? Como el caballero que es. Pero estoy segura de que le he hecho daño —dijo Libby rozando con los labios la espuma de su capuchino.

—Cariño, pero es mejor que descubrir después que has cometido un error.

—Eso es lo que pensé.

Excepto por la música de fondo del local y las conversaciones lejanas de los ocupantes de varias mesas, reinaba la tranquilidad.

—Creo que tengo que hablar de Trent —añadió Libby tras pensarlo un momento.

—Te escucho.

Fue todo lo que dijo Lois pero fue más que suficiente. Sin orden ni concierto, Libby le habló de todas las veces que Trent y ella habían estado juntos y cómo sus sentimientos hacia él se habían reavivado. Le habló también de lo cariñoso que era con Kylie y el padre responsable y dulce en que se había convertido. De lo maduro que lo había encontrado. Pero también le habló de su miedo a decepcionarla de nuevo.

—No soy quién para juzgar, pero nunca me has contado por qué te divorciaste de él.

—¿Incompatibilidad? —el tono de Libby sonó como una pregunta con la esperanza de que fuera suficiente, aunque sabía que tenía que confesarlo todo.

—No me lo creo —dijo Lois—. No cuando veo cómo se te ilumina la mirada cuando mencionas su nombre.

—No puedo evitarlo —dijo Libby sintiendo que se sonrojaba—. Quiero creer que ha cambiado.

—¿Y eso qué significa?

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