La danza de los deseos – Laura Abbot

Georgia se cerró el abrigo de piel y se arrebujó dentro de él en el asiento del copiloto. Gus no había dicho nada en los últimos ochenta kilómetros. Había puesto la radio y miraba a la carretera. No le había parecido bien la decisión de su mujer de ir a Whitefish con tanta premura, no sólo porque se había visto obligado a dejar a otra persona al cargo de un importante proyecto, sino porque no le parecía necesario enfrentarse a Trent por la situación entre él y esa mujer.

Georgia no podía evitar pensar en lo torpes que podían llegar a ser lo hombres. ¿Acaso Gus no entendía que aquella relación tenía que cortarse de raíz? Si seguía adelante, se acabarían todas las posibilidades de que Trent regresara con Kylie a Billings, esperanza que ella alentaba en secreto.

Trent nunca había hablado de su primera mujer y a Ashley no pareció importarle. Georgia deseaba que Gus y ella hubieran pedido más detalles sobre Trent. No podía soportar imaginar a Kylie con otra mujer quien llamar «mamá».

Todo el tiempo había tenido un mal presentimiento sobre las razones de Trent para mudarse a Whitefish. Y en ese momento, tenía la sensación de que Gus esperaba de ella un comportamiento civilizado no sólo con Trent sino con esa señorita Cameron.

—¿Y bien? —preguntó por fin extendiendo el brazo para quitar la radio.

—¿Tú qué crees?

—Georgia —suspiró—. ¿Estás segura de que quieres hacerlo?

—¿Cómo puedes tan siquiera preguntarlo?

—Podemos perder muchas cosas.

—¿Qué demonios quieres decir con eso?

—Si Trent ama a esa mujer y Kylie es feliz con la idea, ¿qué bien podemos hacer nosotros inmiscuyéndonos?

—Se trata de nuestra única nieta.

—Eso es exactamente a lo que me refiero —dijo él dándole unas palmaditas en la rodilla.

Georgia sintió un escalofrío. A pesar de la exasperación hacia su marido, éste había dado en el clavo: podían perder a Kylie si no tenían cuidado.

—No creo que este viaje sea oportuno, Georgia pero te apoyaré en todo lo que pueda —añadió Gus tras adaptarse la garganta.

Desviando la mirada, Georgia clavó los ojos en la ventanilla por la que pasaban a toda velocidad imágenes borrosas de las señales de tráfico. No importaba lo que costara, pero ella tenía que asegurarse de que Kylie supiera que sus abuelos la querían mucho y que para ellos su bienestar era lo primero.

Capítulo 9

A la mañana siguiente. Libby se sintió tentada de llamar a la escuela y decir que no se encontraba bien. Las dos últimas noches la habían dejado agotada. Repasó una y otra vez la escena con Doug preguntándose si podría haber facilitado un poco las cosas para suavizar el golpe. No había sido su intención ser cruel. Habría querido decirle más cosas. Explicarle ciertas cosas. Pero Libby sabía que en la salida apresurada de Doug no había sido más que un intento por preservar su orgullo.

Se levantó y se dio una ducha. Iba en contra de sus principios decir que estaba enferma cuando no lo estaba. Por muy tentadora que fuera la idea de quedarse en casa, no haría sino prolongar el inevitable encuentro con Mary. Le debía una explicación sincera, en parte porque era su jefa, pero especialmente porque era la madre de Doug.

En un intento por sentirse mejor, se vistió con su ropa favorita, pantalón sastre de color negro y jersey de cuadros negros y azules. Se separó el pelo de la frente con unas horquillas negras y se puso su barra de labios favorita. Se miró al espejo y decidió que no estaba tan mal para no haber dormido más que ocho horas en los últimos dos días.

Cuando vio a Kylie esperando a la puerta de la clase, se dio una palmada en la frente. ¿Cómo podía haber olvidado la tutoría?

—Llegas tarde —dijo la niña tendente siempre a decir lo que era obvio.

—Lo siento, cariño. No podía levantarme de la cama esta mañana.

—Pues yo sí. ¿Y sabes por qué? —no esperó a que contestara—. Porque la abuela Georgia y el abuelo Gus vienen a pasar el fin de semana. ¿Y sabes otra cosa? La abuela me va a traer una nueva Barbie.

Libby se quedó momentáneamente, sin palabras. ¿Cómo afectaría a Trent la visita de sus suegros? ¿Y a ella?

—Debe de quererte mucho —dijo Libby abriendo la puerta de la clase y dejando sus cosas sobre el escritorio.

—Sí —dijo Kylie siguiéndola—. La quiero mucho. Pero ella no hace cosas como esquiar. No creo que le guste que yo esquíe. A ella le gusta ir al salón de belleza y de compras. Me compra mucha ropa —la voz de la niña sonaba emocionada—. Apuesto a que me llevará a comprar mi vestido para la boda.

—¿Qué? —preguntó Libby consternada.

—Sí. Le he contado lo de papá y tú. Lo de la boda y todo eso —dijo ella poniéndose de puntillas.

Libby se puso la mano en el estómago. Había sido un error no haber llamado diciendo que se encontraba mal. Se quitó el abrigo y lo colgó en el armario antes de ir a la mesa de lectura con Kylie.

—Kylie, tengo que decirte algo importante.

—Vale —dijo la niña cambiando su expresión festiva por una más seria.

—Tú quieres que siempre te diga la verdad, ¿no es así?

—Me lo prometiste.

—Lo sé. Y la verdad es que tu papá y yo no hemos decidido nada de casarnos. Por ahora, pasaremos más tiempo juntos y veremos cómo nos va. Nos ayudaría mucho si pudieras decirles a tus abuelos que te precipitaste en tus conclusiones.

Kylie cruzaba y descruzaba los dedos.

—¿Sabes lo que quiere decir precipitarse en una conclusión?

—Hacer algo antes de tiempo.

—Ellos echan mucho de menos a tu mamá —dijo Libby asintiendo—. Podría resultarles difícil comprender que a tu papá le guste otra mujer. Y más difícil aún que vaya a casarse con ella.

Sin inmutarse. Kylie levantó la vista y le sonrió.

—Pero les gustarás mucho. Te lo prometo. Todos juntos seremos una gran familia feliz.

Las palabras de Kylie tocaron la fibra sensible de Libby porque reconocía perfectamente una fantasía que ella también había alentado de niña, el mito de la gran familia feliz. Rodeó a la niña con un brazo.

—Por ahora, ¿qué te parece si empezamos por nuestra clase de lectura y dejamos los temas de adultos para tu papá y para mí? Por el momento, será mejor que no le contemos a nadie esto.

—Vale. Pero no tardéis mucho. Cuanto antes os caséis, antes podrás ser mi mamá.

Libby apenas lograba concentrarse en la lectura. Era evidente que la niña se había hecho su propia composición de los hechos. Boda. ¿Qué habían hecho Trent y ella? Si las cosas no funcionaban entre ellos, el golpe emocional que sufriría aquella pobre niña sería irreparable. Pero su relación no podía construirse sobre la base del bienestar de la pequeña. Era indispensable que existiera amor verdadero y voluntad de compromiso. Las chispas que pudieran saltar entre ellos al nivel físico podían acabar apagándose. Una relación duradera era una llama que requería alimento constante.

Al rato, se vio asaltada por un dolor de cabeza como si le estuvieran atenazando la frente que sólo podría empeorar según se acercaba el momento de ver a Mary.

* * * * *

—¿Querías verme? —preguntó Mary entrando en su despacho cargada con un montón de carpetas de expedientes.

—Sí. ¿Es buen momento?

Mary dejó los expedientes en la mesa y se sentó en su sillón.

—Siempre tengo tiempo para ti.

Libby sabía que le gustaba a la directora, algo que sólo empeoraba la situación.

—Tengo que hablarte de Doug.

Mary esperó a que continuara.

—Me importa mucho —empezó con torpeza—. Como tú, sólo quiero lo mejor para él. Pero quería que te enteraras de esto por mí. He roto nuestra relación —decirlo en alto a aquella mujer a la que admiraba era más difícil de lo que había imaginado.

—Doug nos llamó esta mañana —dijo Mary asintiendo.

—Me gustaría explicártelo.

—No tienes que darnos ninguna explicación. A veces, las cosas simplemente no salen como nos gustaría.

¿Por qué había temido tanto la reacción de Mary? Su profundo discernimiento era una de las cualidades que Libby admiraba más en ella.

—Todos habéis sido muy buenos conmigo, me habéis incluido en vuestras actividades familiares, siempre con los brazos abiertos. Sinceramente me enamoré un poco de todos vosotros.

Mary se inclinó hacia delante y cruzó las manos frente a ella.

—No provienes de una gran familia, ¿verdad?

Las lágrimas punzantes amenazaron su compostura.

—Sólo tengo un padrastro. Siempre… quise tener una gran familia.

—¿Y formaba eso parte del atractivo de Doug?

—Sí… digo no. Quiero decir que… —Libby pareció empequeñecer allí delante como un alumno ante una reprimenda—. Me gusta mucho Doug. Es un hombre maravilloso. Pero, con toda sinceridad, tengo que decirte que lo incluía en un todo: Doug, tú, el resto de la familia. Cortar con él ha sido una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida.

—¿Y por qué lo haces entonces, querida?

Libby vaciló un poco consciente de que no había vuelta atrás.

—Creo que estoy enamorada de otro hombre.

—¿Tu ex marido?

—Sí —dijo Libby frotándose los brazos con manos entumecidas.

—Entiendo.

Entonces sobrevino un silencio mientras Mary digería la verdad.

—Siempre te he admirado —dijo Mary al cabo—. Te preocupas mucho por los demás. Tengo que admitir que había esperado que un día te convirtieras en mi nuera pero sólo si eras capaz de amar a Doug con todo tu corazón.

Libby asintió en silencio.

—Te deseo toda la felicidad, Libby, y echaré de menos verte por casa.

—Supongo que tendremos que establecer cómo afectará esto a nuestra relación profesional.

—En absoluto —se apresuró a decir Mary—. Eres una profesora excelente, y las dos somos adultas, por lo que no veo razón alguna para crear un problema donde no existe. Sin embargo —Mary se recostó en el sillón—, tendríamos que considerar la situación de Kylie.

—¿Kylie?

—¿Debería continuar en tu clase?

—¿Por qué no? —preguntó Libby aterrada. Tenía la sensación de que la decisión estaba tomada.

—¿Podrás ser objetiva con ella? ¿Cómo la afectará si tu relación con su padre no sale bien? ¿Y si lo hace? ¿No le estaremos pidiendo demasiado a una niña de siete años?

Libby se dio cuenta de que no debería haberla sorprendido. Mary no estaba sino poniendo voz a unas preguntas que ella había tratado de contestar sin demasiado éxito.

—Quiero lo mejor para Kylie.

—Está muy apegada a ti.

—Lo sé, pero con todos los cambios a los que ya ha tenido que enfrentarse en su corta vida, creo que sería contraproducente cambiarla de clase. Me doy cuenta de que tengo que tratarla como a cualquier otro niño. Espero que la dejes quedarse en mi clase.

—Confío en tu buen juicio. Sin embargo, tengo que advertirte que ella ya ha conocido el dolor y la pérdida en su vida. No necesita más.

Pensando en su propia niñez. Libby asintió.

—Nadie lo sabe mejor que yo.

—Está bien —dijo Mary levantándose y Libby también se puso en pie.

—En cuanto a Doug…

Mary le hizo una señal con la mano de que no se preocupara.

—No tienes que decir nada más. Te agradezco la sinceridad y quiero asegurarte que esto no afectará en absoluto a nuestra relación.

De vuelta a la clase. Libby reflexionó en las palabras de Mary. La madre de Doug era una mujer generosa, pero en su corazón, Libby sabía que los íntimos lazos que la unían con esa familia habían sido cortados.

El dolor que sentía no la sorprendió. Los Travers habían representado para ella el sueño de una gran familia. Esperaba no haber cometido un terrible error al elegir a Trent.

* * * * *

Trent debería haberlo adivinado. En una breve llamada a Libby para avisarla de la llegada de los Chisholm, se dio cuenta de que Kylie se le había adelantado. Trató de darle confianza pero ni él mismo la tenía.

Después de cenar, preparó a Kylie y la dejó con Weezer antes de dirigirse al Alpine Lodge.

—¿Por qué no puedo ver a la abuela Georgia y al abuelo Gus esta noche?

—Están cansados. No te preocupes. Vendrán a verte mañana temprano.

—¿Y por qué quieren verte a ti y no a mí?

—Tenemos que hablar de cosas de mayores.

—¿Como la boda?

—Cariño, no puedes precipitarte en tus conclusiones así.

—Es lo que me dijo la señorita Cameron.

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