La danza de los deseos – Laura Abbot

Con los labios apretados, Georgia miró a los demás. Cuando Gus extendió la mano para tomar la suya, Georgia la retiró.

—Cariño, Trent tiene la ley de su parte, y estoy seguro de que no tiene ninguna intención de poner a Kylie en peligro.

—Él nunca ha sido un hombre responsable —dijo Georgia levantándose—. Siempre recorriendo las montañas arriba y abajo, dejando a su mujer y a su hija para surcar los rápidos con sus amigos. Siempre le importó más su propia diversión que el bienestar de Ashley y Kylie.

—Eso no es cierto y me molesta que lo digas —dijo Trent rodeando encolerizado la mesa. A lo lejos oyó la voz de Gus pidiendo calma.

—Sentaros los dos. Estoy seguro de que podemos comportarnos como personas civilizadas.

—Ese es el problema —acusó Georgia—. ¿Desde cuándo se ha comportado Trent como una persona civilizada?

—¡No so peleéis! —gritó una vocecilla.

Perplejo, Trent se dio la vuelta. Las lágrimas surcaban las mejillas de Kylie.

—Tesoro —dijo acercándose a su silla y tomándola en sus brazos. Georgia tuvo la decencia de mostrarse avergonzada. Por el rabillo del ojo, Trent se dio cuenta de que Libby doblaba la servilleta y la dejaba sobre la mesa.

—No estamos peleando, cariño, sólo discrepamos —dijo Gus.

—Me parece que será mejor que me vaya —dijo Libby poniéndose en pie—. Pero antes, tengo algo que decir. Quiero mucho a Kylie. Cuando era niña, me quedé sin familia, igual que ella. Todos la queréis. Merece lo mejor y eso significa dejar a un lado vuestras diferencias en beneficio suyo —se acercó a Trent y puso un mano en su brazo, al tiempo que besaba la mejilla mojada de Kylie—. Buenas noches, cariño. Nos vemos el lunes en clase bien temprano. ¿De acuerdo?

—Vale —contestó la niña entre sollozos.

—Sé dónde está la salida —dijo a continuación mirando a Trent—. Ocúpate de tus invitados. Gracias por la cena.

De espaldas a los Chisholm, sólo él pudo ver el brillo de las lágrimas en sus ojos. Verla marchar era lo más difícil que había tenido que hacer en mucho tiempo. Quería correr tras ella y tomarla en sus brazos. Agradecerle la nota de dignidad que le había puesto a la velada.

—¿Papá?

Ajeno a la presencia de sus suegros, miró los ojos enrojecidos de su hija.

—¿Qué preciosa?

—Quiero mucho a la señorita Cameron. ¿Tú no?

—Yo también.

—¿Y podré volver a esquiar?

Trent miró a Georgia durante un momento antes de contestarle con toda la ternura de que fue capaz.

—Por supuesto.

* * * * *

Antes de encender el contacto del coche, Libby se sentó en el coche repasando lo que había ocurrido en la cena. No había esperado una bienvenida calurosa por parte de los Chisholm y la tensión se había hecho evidente desde el principio, aunque tras el juego con las Barbies se había sentido optimista. Sin embargo, el trato de Georgia hacia Trent con el tema del esquí la había dejado perpleja. No había excusa para semejante comportamiento delante de Kylie. La súplica de la niña se le había quedado grabada en la memoria.

Libby encendió el coche y salió a la calle. El viento vapuleaba las copas de los árboles al igual que Kylie debía de sentirse en medio del fuego cruzado entre unos adultos con diferentes expectativas de la vida.

A medio camino, Libby no pudo evitar pensar si no habría cometido un terrible error. Los Travers eran buenas personas, comprensivas. Al contrario, la dinámica entre los Chisholm y Trent era difícil. ¿Habría alguna posibilidad de formar una familia después del desastre de la noche? ¿Había cambiado Trent realmente? Le resultaba difícil ignorar las acusaciones de Georgia refiriéndose a sus excursiones con los amigos que no hicieron sino agudizar sus antiguas inseguridades. Suspiró. ¿Hasta que punto era importante para ella formar una familia? ¿Sería capaz de conseguirlo algún día, especialmente con aquel hombre?

Cuando llegó a casa, se había calmado lo suficiente para comprender que tenía dos opciones. Podía desaparecer de la escena para que la paz entre los Chisholm. Trent y Kylie volviera a reinar, y de paso protegerse. O… podía quedarse y luchar por el hombre al que amaba y por la familia que esperaba formar junto a él.

No tenía dudas. Los Chisholm estaban hundidos por la pérdida de su hija. Si elegía quedarse junto a Trent, no le resultaría fácil ganarse su confianza. Tal vez fuera imposible.

Pero no podía seguir engañándose. En su vida ya había tomado antes la vía fácil. Dos veces. Una vez cuando tenía dieciocho años, una época que no deseaba revivir, y la otra, con su divorcio.

No volvería a hacerlo. Si no se enfrentaba a los desafíos, pondría en peligro el bien más precioso que uno podía desear: el amor.

* * * * *

Mientras Georgia metía a Kylie en la cama, Trent retiró los platos de la mesa y se reunió con Gus en el salón. No veía el motivo para evitar lo obvio.

—Parece que he estado un poco torpe.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Gus.

—Sabía que los dos os disgustasteis cuando Kylie y yo nos mudamos. Tal vez no debería haber empezado con Libby tan pronto.

—No voy a engañarte. Me resulta extraño verte con otra mujer. Georgia lo está pasando peor. Se aferra al recuerdo de Ashley y le resulta difícil aceptarlo —suspiró—. Pero supongo que deberíamos haber estado preparados para ello. Eres joven. No podemos esperar que llores su falta toda la vida. Somos sobreprotectores con Kylie y admito que tengo mis reservas. Si Libby y tú os divorciasteis una vez, sería por algo. ¿Qué podría evitar que volvieran a surgir las dificultades?

—No era el hombre adecuado para ella en aquel momento —contestó Trent al pensar que Gus podía tener razón en cierta manera—. Pero ahora no somos las mismas personas.

—¿Y cómo es eso?

—Por una parte, ahora nos comunicamos más abiertamente.

—¿Y?

—Mi vida lleva un rumbo. Tengo un trabajo que me emociona.

—¿Y Kylie?

—Está adaptándose. Cuando encontremos una casa propia, será todavía mejor. Ha hecho amigos. El colegio no es fácil. Libby y ella están muy unidas.

—El hecho de que se lleve bien con tu hija no es motivo suficiente para volver a salir con tu ex mujer.

—Eso es un extra pero hay una razón mucho más poderosa.

—¿Cuál?

—Que la amo —dijo él consciente de que no podía perder nada por decir la verdad.

—En ese caso, no tenemos más opción que tomarlo lo mejor posible. Pero tendrás que darnos tiempo hijo —su voz se entrecortó—. No queremos perderos a Kylie y a ti. Yo no quiero.

—Gracias, Gus —dijo Trent aliviado.

—¡Papá! —seguida por Georgia, Kylie entró en el salón con su pijama de franela—. La abuela me ha contado una historia de cuando mamá era pequeña. Participaba en un concurso de baile y llevaba un precioso… ¿Cómo se llama, abuela?

—Tutú.

—Sí, un tutú. La abuela todavía lo tiene y cree que me valdrá. Me lo va a enviar para que yo también esté preciosa.

—Nunca olvidaremos a Ashley. Te lo prometo —Trent miró a su suegra.

Georgia permaneció en silencio como si estuviera digiriendo sus palabras pero no dejó de mirarlo. Tras un indeciso gesto de asentimiento, se dirigió a su marido.

—Estoy cansada, Gus. Será mejor que nos vayamos.

Tras dar un beso de buenas noches a su nieta, salieron de la cabaña y Trent la metió en la cama.

—¿Papá?

—Sí.

—¿Por qué no les gusta a los abuelos la señorita Cameron?

—No es eso —trataba de encontrar la mejor forma de explicárselo—. Están acostumbrados a pensar que nuestra familia la formábamos mamá, tú y yo. Quieren que seamos felices pero es duro para ellos vernos con otra mujer aunque sea maravillosa como Libby. Tendrán que acostumbrarse a la idea y les llevará tiempo.

—Pero lo harán ¿verdad? —el miedo en su voz le partió el corazón.

—Sí, tesoro, lo harán.

—Bien —dijo poniéndose de lado y, enrollando los dedos en el borde de la manta, se la puso debajo de la barbilla—. Buenas noches, papá.

—Buenas noches. Te quiero —dijo él besándola en la mejilla.

—Yo también —susurró ella.

* * * * *

Libby no podía dejar de sonreír. Trent fue a verla después de su reunión con el equipo de rescate al final de la semana.

—No puedo malgastar una canguro —dijo tomándola en sus brazos.

Se sentó en el suelo con la espalda pegada al sofá, montones de recortes de papel rojo entre las piernas. Libby miró su cara de concentración mientras recortaba cuidadosamente corazones para el día de San Valentín. Ella recortaba tiras de lazo blanco.

¿De verdad crees que los niños de segundo pueden estar enamorados a esa edad?

Libby le tiró un trozo de papel rojo.

—Hay que enseñarles desde que son pequeños.

Trent extendió la mano y le acarició el muslo.

—Yo no estoy tan seguro. A mí me gusta que me enseñes ahora que soy mayor.

—Tú nunca fuiste especialmente moldeable —dijo ella tratando de concentrarse con la mirada abrasadora de Trent sobre ella.

—Inténtalo —dijo él dejando las tijeras el suelo y, acercándose a ella, le acarició la mejilla.

Libby notó el cosquilleo del deseo en la nuca. Se puso de rodillas y lo abrazó.

—¿Ves? —murmuró—. A eso me refiero. No usas palabras románticas, ni susurras frases de amor. Vas directo al grano. «Inténtalo» —imitó ella y, tomando el rostro de Trent en sus manos, lo llevó contra su pecho al tiempo que se ponía sobre los talones—. No es suficiente, señor.

—De acuerdo. A ver qué te parece —Trent le tomó las manos—. Dulce dama, ¿te apiadarás de esta pobre alma que te adora y aceptarás ser su Valentín ahora y siempre?

—No está mal para empezar —dijo ella inclinando la cabeza.

—Dama de lindos ojos, estoy indefenso. Soy un pelele enamorado en tus manos.

—No me creo ni una palabra —dijo ella tratando de no reírse.

—¿Qué te parece esto? —Trent se estiró en el suelo y la arrastró hasta ponerla encima de él—. Estoy perdidamente enamorado.

Notar el calor de su cuerpo, firme y musculoso, bajo el suyo, le recordó lo bien que encajaban.

—Uhmm. No está mal —murmuró ella.

Sin dejarla escapar, Trent giró hasta que quedaron de lado los dos. La miró con amor y Libby no pudo evitar un escalofrío de expectación.

—No te rías, Lib. Te amo. Simplemente.

Una chispa bastaría. Tenía que ser responsable. Incorporándose, se estiró y tomó un corazón de papel.

—Toma. Aquí tienes mi corazón. Seré tu Valentín.

Trent se incorporó también, una sonrisa triunfal le iluminaba el rostro.

—¿Lo ves? Soy totalmente moldeable.

—Puede que no quiera que seas «totalmente» moldeable —dijo ella sonriendo.

—Vaya a la chica le gusta el macho después de todo —dijo él con un gemido.

¿Gustarle? El macho que sabía había en aquel hombre la estaba haciendo temblar al pensar en lo que vendría después.

—Puede —dijo ella pasándole las tijeras—. Pero ya has cumplido tu palabra, así que vamos a trabajar.

—Me vuelves loco, ¿lo sabías?

—Definitivamente moldeable —concluyó ella.

Durante unos minutos más, trabajaron sin hablar, la música de Wynton Marsalis por todo acompañamiento.

—Llevaré a Kylie a esquiar el sábado. ¿Quieres venir?

—¿Qué pensarán los Chisholm? No querían que esquiara. Sobre todo conmigo. Estoy segura.

—No puedo preocuparme por lo que puedan pensar. Tenías razón. Los niños de esta zona aprenden a esquiar desde pequeños. No quiero que Kylie se quede atrás. Ha mejorado mucho en poco tiempo. Lo tomaremos con calma pero, antes de que nos demos cuenta, Kylie estará descendiendo colinas.

—No quiero hacer algo que aleje aún más a Georgia y a Gus.

—Escúchame, Lib. No podemos vivir siempre pensando en lo que dirán. Sólo podemos hacer lo que creemos que es mejor para nosotros y para Kylie. ¿Entonces vendrás el sábado?

—De acuerdo —dijo ella pensando que tenía razón.

—Genial. Kylie está muy ilusionada —dijo Trent recogiendo los restos de papel rojo, y se acercó a la papelera. Después ayudó a Libby a ponerse en pie y enlazando los dedos con los suyos, apoyó la frente en la de ella—. Tengo que ir a casa pero se me ha ocurrido una última cosa.

—¿Qué?

—Tal vez Georgia y Gus también sean moldeables.

Libby se quedó sin aliento al darse cuenta de que los dos deseaban lo mismo: la aceptación por parte de los Chisholm.

—Hagamos el esfuerzo —dijo ella levantando la cara y besándolo.

—Hecho —contestó él rodeándola con los brazos y besándola a su vez.

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