La danza de los deseos – Laura Abbot

Capítulo 5

—¿Alumna tuya? —preguntó Doug a su lado.

Libby asintió con la cabeza mientras subía en la silla y abajo quedaban las figuras de un hombre y una niña. No era fácil quitárselos de la mente. La alegría de Kylie cuando la saludó. El dolor en el rostro de Trent, como si ella siguiera siendo suya. Bastante era tener que relacionarse con él porque era parte de su trabajo pero no daría opción a que se repitiera lo de la cena de la primera noche.

—¿Estás bien? —preguntó Doug poniéndole el brazo por encima del hombro.

—Sí. ¿Por qué?

—Estás muy lejos de aquí. ¿Te he agotado con tanto esquí?

—Estoy un poco cansada. ¿Te parece que sea ésta la última bajada?

—Me parece bien. Te llevaré a casa para que puedas revivir un poco con un buen baño antes de salir esta noche.

—¿Esta noche? ¿Qué hay esta noche?

—He reservado en Big Fork.

El día había sido divertido. Habían hecho deporte, Doug se había mostrado muy complaciente y había hecho muy buen tiempo, ¿Pero entonces por qué la perspectiva de una cena le parecía más una obligación que un final romántico para un día perfecto? Tratando de mostrar un entusiasmo que no sentía, murmuró:

—Estupendo.

Pero Libby no podía concentrarse en el descenso. ¿Cómo había logrado Trent con sólo una mirada arruinar su buen humor? No podía permitir que la afectara tanto. Ahora vivía en Whitefish. Eso quería decir que se lo iba a encontrar muchas veces y no quería que Trent Baker ni nadie amenazara la frágil paz que había conseguido hacer con el pasado.

A su lado, Doug se detuvo.

—Vamos preciosa ¿preparada para ir a casa?

—Ese baño sueña muy apetecible.

Doug la besó, ligeramente al principio y luego más profundamente. Cuando se apartó le acarició la nariz con un dedo.

—¿Quieres que te frote la espalda?

Instintivamente, Libby se retiró aunque era consciente de que Doug tenía todo el derecho a preguntar algo así. No podía retenerlo indefinidamente, no después de haberle dicho que creía que sí podría amarlo algún día.

—Hoy no, gracias —dijo sonriendo con gesto de cansancio.

Más tarde, cuando caminaban por el aparcamiento hacia el coche, Doug le tomó la mano.

—Lo he pasado muy bien.

—Yo también.

—¿Harás algo por mí esta noche?

—Claro.

—Ponte ese vestido rojo tan sexy. Ya sabes, ése con los tirantes finos.

Libby notó que el estómago le daba un vuelco. ¿Acaso tendría algo en mente? Era posible, claro. Hacía semanas que venía conteniéndolo.

—De acuerdo.

Charlaron de camino a casa y cuando Doug se marchó, sus palabras de despedida seguían resonando en su mente, haciéndola sentir incómoda.

—Ha sido un día muy especial, Libby. Quiero que esta noche sea aún más especial.

Se preparó un baño caliente perfumado con aceite de lavanda y se metió en el agua. Cuando se tumbó y apoyó la cabeza en la porcelana de la bañera, dejó escapar un profundo suspiro. Tenía que tomar una decisión y si no era esa noche, tendría que hacerlo muy pronto.

El problema no era Doug, el problema era ella misma.

* * * * *

—Tal vez ese idiota de Bart ya no se burle más de mí —dijo Kylie a Trent de camino a casa, exultante con su nueva habilidad.

—Esa lengua.

—¿No se puede decir idiota? Es que lo es.

—¿Qué te parece si lo dejamos en ignorante?

—¿Qué significa?

—Alguien realmente estúpido.

—Ig-no-ran-te —repitió la niña con cuidado y sonrió mirándose al espejo retrovisor—. Me gusta. Es tan ig-no-ran-te que ni si siquiera sabrá lo que significa la palabra —rió.

La palabra se adaptaba perfectamente a él también. Una virulenta oleada de celos lo había inundado al ver a ese hombre besar a Libby. No tenía sentido. ¡Hacía más de diez años que no la veía y no tenía control alguno sobre sus reacciones hacia ella! Reacciones casi todas relacionadas con sensaciones físicas que creía haber enterrado al conocer a Ashley. Chad había intentado avisarlo. Weezer, con sus ojos amables y su corazón intuitivo, le había preguntado. ¿Qué ocurriría si seguía sintiendo algo por Libby?

Después de cenar, Trent invitó a Weezer a la cabaña. Vieron la tele y después Weezer contó a Kylie una historia pasa dormir, Scout se tumbó en la puerta de su habitación como si estuviera protegiéndola. Cuando Weezer regresó, Trent le sirvió un vaso de sidra y sirvió otro pasa él. Weezer se sentó en el sofá con las piernas cruzadas y Trent se relajó en un sillón cercano.

—¿Y bien? —preguntó Weezer finalmente tras un largo silencio.

—Hay un hombre —se limitó a decir Trent consciente de que no necesitaba dar más explicaciones.

Weezer no dijo nada y esperó a que Trent continuara.

—Los vimos en Big Mountain. La besó —decirlo le resultaba tan doloroso como el hecho en sí. Dejó el vaso en la mesa sin probarlo—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

—No me lo preguntaste —contestó ella con expresión suavizada.

—¿Quién es?

—Doug Travers. Él y su familia se mudaron aquí poco después de que te fueras. Es agente de seguros. Su padre administra el hospital y su madre es la directora del colegio en el que enseña Libby.

—Claro. La señora Travers —gimió él. Todo tenía sentido. Libby pegaba bien con gente como los Travers. Ciudadanos respetables. ¿En qué estaba pensando? No podía esperar llegar allí y retomarlo donde lo habían dejado y arruinar así la nueva vida de Libby.

—¿Van en serio?

—Se han estado viendo de forma intermitente durante los últimos seis meses —dijo Weezer encogiendo los hombros—. Es un bueno hombre —dijo a modo de advertencia.

Debería haberse alegrado de oírlo, aliviado de que no se tratara de un imbécil supino, pero por algún motivo aquello no hizo que se sintiera mejor.

—Pero tú también lo eres, hijo.

Trent trató de imaginar a Libby casada con un hombre con un buen trabajo, unos padres amables y probablemente mucho dinero. Una familia ideal. Y no un marido egoísta y cretino que había salido huyendo de sus responsabilidades. Apoyó la cabeza en las manos y miró el fuego, consciente sólo de su caos mental y de la respiración tranquila de Weezer a su lado.

—¿Es demasiado tarde? —preguntó finalmente.

—No he visto un anillo en su dedo.

—¿Qué crees que debería hacer?

—No es a mí a quien le corresponde decidirlo. Tu cabeza y tu mente están luchando. Puedes seguir siendo un infeliz o puedes actuar. Los riesgos en este juego son altos.

Trent se levantó y fue hacia la ventana. Antes de que ese tal Doug entrara en escena, había acariciado la esperanza de intentarlo de nuevo con Libby, pero después de verlos juntos, se preguntaba si tenía algún derecho a interferir. Miró a Weezer.

—No quiero que te sientas obligada pero ¿podrías quedarte con Kylie un rato?

—Puedo —dijo ella mirándolo.

—No sé cuándo regresaré —dijo él tomando la parka.

—Tómate todo el tiempo que necesites.

Trent atravesó el salón y le puso la mano en la cabeza plateada de Weezer.

—Gracias.

—Actúa con conocimiento, hijo.

Cuando salió a la calle, inspiró profundamente y miró a las estrellas. «Ashley, si estás ahí, perdóname, pero no quiero estar solo. Nunca más». Libby podía rechazarlo pero no antes de dejarle bien claro algo. Una parte de él siempre la había amado. Y seguía haciéndolo.

* * * * *

Debería haberlo sabido. Un moderno todoterreno Suburban estaba aparcado a la puerta de la casa de Libby.

La luz del porche lanzaba un brillo cálido sobre el patio delantero y, en el interior, una pequeña lámpara iluminaba el salón. Trent apretó los dientes. No podía controlar su imaginación desbordada: música suave, fuego encendido en la chimenea y unas copas de coñac para desinhibir. La visión de los ojos azules de Libby relucientes de pasión, hablando entre susurros y la respiración entrecortada. Al pensar en ello, casi podía oler su aroma peculiar.

Se reclinó en el asiento avergonzado de sus pensamientos y de la situación, en medio de la oscuridad, dentro de un coche como el peor de los mirones. ¿Pero qué había esperado? Se había comportado como un pésimo marido. Infantil. ¿Cómo iba a convencerla de que había cambiado? No tenía la respuesta, sólo el convencimiento de que tenía que intentarlo.

Entonces, se abrió la puerta de la casa y salió Doug Travers. Trent vio que Doug se daba la vuelta y tomaba el rostro de Libby entre sus manos antes de besarla. No podía verla a ella porque el cuerpo del hombre la tapaba. Cuando éste se movió un poco, pudo verla. Iba vestida con un sensacional vestido rojo que acentuaba cada curva de su precioso cuerpo.

Con un gemido, miró impotente que le acariciaba la mejilla y luego se inclinaba hacia él y le susurraba algo al oído. Finalmente, el hombre se dio la vuelta en dirección a su coche. Cuando el coche salió hacia la calle, Libby cerró la puerta lentamente.

Asqueado consigo mismo, Trent golpeó el volante. Sólo había estado pensando en él y en Kylie. Era evidente que había algo entre Libby y Doug. Después de tantos años soltera, se merecía lo mejor. ¿Quién era él para causar complicaciones?

Weezer tenía razón en una cosa. Su cabeza y su corazón estaban en guerra. «Actúa con conocimiento», le había dicho. Y el conocimiento le decía que encendiera el contacto y se alejara de allí.

Pero en lugar de hacerlo, sacó la llave y la guardó en el bolsillo, salió del coche y se dirigió a la casa. En aquel caso, ni todo el conocimiento del mundo podría contener los deseos de su corazón.

* * * * *

Cuando Doug se marchó, Libby se quitó los zapatos y se sentó en la mecedora, observando desde allí el fuego. Mona emergió desde debajo del sofá donde se había refugiado y saltó a su regazo. Pero ni siquiera el tranquilo ronroneo de la gata podía calmar sus nervios afilados. Tal vez fuera cansancio, pero el regocijo mostrado por Doug tras haber pasado el día juntos y los excitantes planes para el siguiente fin de semana, la habían dejado exhausta.

Quería compartir su entusiasmo y notar el corazón acelerado cada vez que la besaba, contemplar con felicidad el futuro que él quería con ella. Agradecía el manto protector con que Doug la cubría y sus gestos siempre considerados, pero faltaba algo. Algo importante.

Cerró los ojos y su mente se llenó de recuerdos de otra época otras noches mucho tiempo atrás… y su cuerpo ardiente de deseo. ¿Podría vivir en un matrimonio desprovisto de pasión?

La llamada a la puerta la sobresaltó. Confusa, dejó a Mona en el suelo, y se levantó. ¿Habría olvidado Doug algo? Eso tenía que ser. Nadie más se presentaría en su casa a esas horas.

Encendió la luz del porche y miró por la mirilla. Al otro lado estaba… Trent. El corazón se le aceleró. ¿Qué fuerza desconocida lo había hecho aparecer desde las profundidades de sus recuerdos sobre sus noches de pasión desbocada? Con dedos temblorosos se estiró el vestido y abrió la puerta.

Trent tenía un brazo apoyado en la jamba de la puerta con expresión seria y el pelo revuelto por el aire de la noche.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Tenemos que hablar.

Casi se echó a reír. ¿Desde cuándo iniciaba Trent Baker una conversación seria? Era un hombre de acción y siempre decía que hablar lo ponía nervioso. Así que sus problemas siempre acababan resolviéndose en la cama.

—N-no imagino de qué podemos tener que hablar —dijo ella tartamudeando al recordarlo.

—¿Puedo entrar? —preguntó él mirándola suplicante.

—Creo que ya hemos hablado de todo lo que teníamos que hablar.

—Por favor.

—Ya que estás aquí… —dijo haciéndose a un lado para dejarlo entrar.

—Gracias, Lib —dijo él entrando y dirigiéndose al salón.

Libby cerró la puerta pero se detuvo un momento antes de entrar en el salón intentando tranquilizarse. En el aire flotaba el aroma puramente masculino de Trent. A pesar de ella sintió el calor en su cuerpo. Y lo maldijo. No tenía derecho a reaparecer así en su vida en el preciso momento en que estaba a punto de enamorarse de Doug. Trent ya le había arruinado la vida una vez y no dejaría que lo hiciera de nuevo.

Entró a continuación en el salón y se acomodó en la mecedora mirando con frialdad al hombre que una vez amó.

—Muy bien. Hablemos.

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