Enamorada del jeque (Aspirantes al trono #3) – Linda Winstead Jones

Así que Cassandra terminó poniéndose el vestido azul y se marchó a palacio, sabiendo que su familia se reuniría con ella más tarde. Estaría demasiado ocupada para estar con ellos, pero se tenían los unos a los otros. Siempre había un espectáculo y, además, todo el mundo estaría deseando ver a la Princesa embarazada, y habría fuegos artificiales al final del baile, a media noche.

Cassandra llegó temprano a palacio, al igual que la señora Dunn y otros asesores diplomáticos, para asegurarse de que todo estaba a gusto de cada uno de los embajadores.

Cuando los invitados comenzaron a llegar, su trabajo estaba casi terminado. Sólo tenía que cruzar los dedos y esperar que todo saliese bien y si había algún error, corregirlo.

Cassandra no se relajaría, ni bailaría, ni tendría tiempo de observar con curiosidad a la Princesa.

Fue escuchando como anunciaban a los dignatarios que iban llegando mientras lo supervisaba todo. La sala se fue llenando y los invitados empezaron a bailar, a ligar o a charlar. Ella no participó en nada de aquello, pero escuchó. La gente especulaba acerca del asesinato del príncipe Reginald y sobre la boda de lord Carrington. Hablaban de los escándalos reales, unos eran ciertos y otros completamente falsos.

A lo largo de la noche, Cassandra pensó que habría debido vestirse de negro; llamaba demasiado la atención vestida de satén azul. Los hombres la miraban, le sonreían e incluso le guiñaban el ojo. Ella, por supuesto, los ignoraba a todos.

Vio a su familia una o dos veces y suspiró al observar el atuendo de su padre. Luego sonrió. Lo quería. Su madre y Lexie estaban muy guapas, y Lexie sonreía de vez en cuando.

Entonces, Cassandra oyó que anunciaban:

—Su Excelencia el jeque Kadir Bin Arif Yusef Al-Nuri…

Se dio la vuelta para poder ver la puerta de entrada y con el rabillo del ojo se dio cuenta de que su madre y Lexie se acercaban corriendo hacia ella.

Nunca había visto a Kadir vestido con el traje tradicional de su país. Llevaba un pequeño turbante, unos pantalones anchos, botas, una camisa amplia y un chaleco. Los colores del atuendo eran más llamativos de los que solía llevar: verde y oro principalmente, y un toque azul algo más oscuro que el de su vestido. Dos hombres, también vestidos con el traje tradicional de Kahani, lo flanqueaban. Un tipo alto y fuerte al que no conocía; y Sharif, que se había recortado la barba para la ocasión y caminaba con la ayuda de una muleta.

Kadir no tardó en verla y en sonreír de oreja a oreja.

—Dios mío —susurró Lexie—. ¿Quién es?

—Es Ka… El jeque Kadir, el director de…

—No, no. El de su izquierda, que tiene barba y esa mirada, y una muleta.

Cassandra miró a su hermana sorprendida.

—¿Sharif?

—¿Lo conoces? Retiro todo lo que he dicho de que tu trabajo era un aburrimiento. Tienes que presentármelo.

—¿Y Stanley? —le preguntó Cassandra.

—¿Qué Stanley?

Cuando Kadir se acercó a Cassandra, sintió un cosquilleo en el estomago y que se le aceleraba el corazón.

Estaba muy guapa, todavía más de lo que la recordaba. No oía ni veía a nadie más que a Cassandra, la mujer a la que amaba. Y la amaba más de lo que habría creído posible.

El vestido que llevaba puesto marcaba su cuerpo perfecto, pero no era por eso por lo que estaba tan guapa. Era su sonrisa. Era la esperanza en sus ojos.

Al llegar a su lado, le dio la mano e hizo una reverencia. .

—Señorita Klein.

—Excelencia —respondió ella—. No esperaba verlo aquí esta noche.

—Yo tampoco esperaba poder venir —dijo Kadir mirándola a los ojos.

Saludó a la madre de Cassandra y le presentaron al padre y a la hermana, que parecía mirar mucho a Sharif. Lexie se acercó directamente a él y le preguntó.

—¿Y quién es usted?

—El guardaespaldas —respondió Sharif.

—Un guardaespaldas herido. Muy interesante. Yo soy Lexie, la hermana de Cass. ¿Puede bailar con muleta o tiene que quedarse al lado de su jefe toda la noche?

Kadir le hizo una señal a Sharif y luego se volvió hacia el padre de Cassandra.

—¿Señor, puedo hablar un momento con usted? En privado, si las señoras nos disculpan.

Y los dos se marcharon juntos ante las curiosas miradas de las tres.

Cassandra los observó a los dos, su padre con aquel esmoquin pasado de moda y Kadir vestido con el traje típico de Kahani.

Sharif ordenó en árabe al otro guardaespaldas que siguiese a Kadir guardando las distancias.

Lexie volvió a preguntarle a Sharif si quería bailar.

—No —respondió él.

—Ah. Pero sí puede hablar, ¿verdad? —no se daba por vencida fácilmente—. ¿Habla inglés? ¿Qué le ha pasado en el brazo y en la pierna? ¿Lo han herido en acto de servicio?

Sharif miró a Cassandra y ella sacudió la cabeza. No le había contado a su familia nada acerca de aquella noche y quizás nunca lo hiciese.

Luego, Sharif dedicó una mirada a Lexie que habría dejado helada a cualquiera otra mujer.

—¿Ha dicho que se llama Lexie?

—Sí.

—Parece una marca de coche.

—Supongo que sí —rió ella sin ofenderse—. En realidad me llamo Alexis.

—Ah, Alexis.

—Puedes llamarme Alexis si lo prefieres.

Sharif dejó de luchar contra ella en seguida y se limitó a charlar. No perdía de vista a Kadir, pero escuchaba a la mujer que parecía haberse encaprichado de él. Incluso sonrió un par de veces.

Después de unos minutos, Kadir y el padre de Cassandra volvieron a donde estaban ellos. Los dos parecían orgullosos. Satisfechos. Masculinos. Kadir no separó la mirada de Cassandra ni un instante. Al llegar a su lado, le tomó la mano y le preguntó si podían hablar un momento.

Salieron juntos a una terraza. Cuando estuvieron solos, Kadir la tomó en sus brazos y la besó. Lo hizo con ternura, pero también con avidez. Cassandra suspiró y apoyó las manos en su espalda. Él la abrazaba con fuerza.

Cassandra se preguntó si sería capaz de soportar tenerlo entre sus brazos y volverlo a dejar marchar una y otra vez.

Pero prefirió disfrutar del beso, del momento, sin preocuparse por el futuro.

Poco a poco, Kadir se separó de ella.

—Anoche mataron a Zahid Bin-Asfour —anunció.

—¿Qué ocurrió?

—Anoche… esta madrugada… un grupo de soldados interrumpieron una entrega de droga. Han muerto muchos seguidores de Zahid. Él casi consiguió escapar, pero lo seguimos. Finalmente, recibió un tiro y murió.

—¿Quién disparó? —quiso saber ella.

—Eso no importa.

Debían de haber sido o él o Sharif… o ambos.

—Lo único que importa es que está muerto. Aunque eso no significa que ya no haya peligro. Hay otras personas en Kahani que estarán dispuestas a ocupar su lugar, que no quieren que el país avance. Aunque yo esté deseando cambiarme de nombre y ser Joe, siempre habrá un posible riesgo.

—Eso no ocurrirá. Tú no eres Joe.

—Cassandra Klein, mi vida no está exenta de peligros y las vidas de los que me rodean, tampoco. La mujer que me ame será el objetivo de quienes me odian. He intentado alejarme de ti, pero me he dado cuenta de que tienes que ser tú quien decida. Eres una mujer inteligente. Le he pedido tu mano a tu padre, Cassandra, y me la ha dado. Te amo. ¿Quieres casarte conmigo?

Antes de que pudiese contestar, una explosión sacudió el palacio. Kadir respondió inmediata e instintivamente. Se tiró al suelo y la protegió. En la sala de baile, la gente empezó a gritar. Olía a humo.

Kadir se puso en pie y ayudó a Cassandra, miraron hacia dentro y vieron a Sharif y al otro guardaespaldas rodeando a Lexie y a sus padres. El resto de la gente corría hacia las salidas. Kadir se dirigió rápidamente hacia el interior.

—¡Espera! —le pidió Cassandra agarrándolo de la mano y obligándolo a detenerse—. Sí. Te quiero, Kadir, mi respuesta es sí.

Capítulo 17

La explosión había tenido lugar en la enfermería y había tenido como objetivo acabar con el Rey, que ya estaba en coma. Él no había resultado herido, pero su cirujano, la doctora Zara Smith, había perdido el conocimiento unos segundos y todavía no había recuperado la memoria.

Los explosivos no eran los mismos que los utilizados en el yate de Kadir. Además, Zahid no habría tenido ningún motivo para matar a un rey moribundo.

Todo aquello había ocurrido días antes y aquella era una mañana tranquila. Cassandra comprobó su equipaje por tercera vez, para asegurarse de que no se le olvidaba nada. Era casi la hora de marcharse al pequeño aeropuerto en el que había visto a Kadir por primera vez tres semanas antes. Lexie le había prometido que le enviaría el resto de sus cosas.

A pesar de que a Cassandra le encantaba su piso, estaba preparada para marcharse y dejarlo todo.

Kadir apareció detrás de ella y la abrazó por la cintura.

—Deja de preocuparte, cariño. Compraremos lo que te haga falta en Kahani.

—Lo sé. Sólo intento ser una esposa ordenada.

Todavía no se habían casado, lo harían dos semanas más tarde. Su familia iría a Kahani a la boda.

Sintió que el corazón le palpitaba con fuerza cuando Kadir la besó. La vida que él le había prometido no era la que había planeado, pero era lo que quería. Nunca estaría completamente a salvo. Pero Kadir la protegería.

—¿Estás preparada para ir a casa, Cassandra? —le preguntó él.

—Estoy preparada.

Seis semanas más tarde. Martes por la noche

Querida mamá:

Lexie llegó ayer y está bien. Sharif y ella estuvieron haciendo turismo por Kahani. Yo me ofrecí a acompañarla, pero ella prefirió que Sharif fuese su guía. Me parece que por fin ha encontrado un hombre que merece la pena.

Aunque se quedaba corta. Daba gusto ver a Sharif llamando Alexis a Lexie y a ésta escuchándolo e ignorando sus miradas. Lexie hacía reír a Sharif y él le proporcionaba una paz que era desconocida para la joven. Se complementaban bien. Por una vez, a Cassandra le gustaba el hombre que atraía la atención de su hermana.

He oído que vuelve a haber un gran revuelo en Silvershire. Siempre había querido estar en medio de los escándalos reales, pero ahora estoy feliz de estar aquí. Aunque en Kahani también hay escándalos de vez en cuando.

Como sé que te gusta que te los cuente, te diré que el hombre que ha asumido el papel de Bin-Asfour tampoco quiere que Kahani evolucione, pero al menos ya no se dedica a la compra—venta de droga y quiere un cambio pacífico. No está de acuerdo con Kadir pero lo hace ver gritando mucho, en vez de con armas. Yo no le gusto, pero es normal dado que es un hombre que quiere que su país retroceda un milenio. Conocí a su esposa la semana pasada y me cayó muy bien. Ella piensa que su marido acabará siendo de la misma opinión que Kadir, algún día.

Sería maravilloso que dos mujeres tan diferentes pudiesen poner su granito de arena en los avances de Kahani. Cassandra sabía que su participación tendría que ir aumentando muy poco a poco.

Desde el principio, Kadir la había puesto en su propia plantilla. Habían hecho algún viaje corto por el país y el hecho de que se hubiesen casado y trabajasen juntos también había sido un escándalo.

Aunque habían pasado la mayor parte del tiempo en la casa que Kadir tenía en la costa.

Cassandra vivía en un país extranjero, rodeada de personas a las que estaba empezando a conocer, pero se sentía en casa.

He reservado lo mejor para el final. Kadir y yo vamos a tener un bebé. Estoy muy contenta, feliz, tú ya sabes lo maravilloso que es formar una familia. Estoy asustada, nerviosa y eufórica al mismo tiempo.

Kadir se acercó a ella y le puso la mano en el vientre.

—¿Has notado algo? —le preguntó Cassandra.

—Todavía no. Lo intentaré más tarde —respondió él besándola en el cuello y dejándola sola para que pudiese terminar la carta.

¿Todavía sientes como si tuvieses mariposas en el estómago cuando miras a papá? No, mejor no me lo digas, no quiero saber todo lo que me deparará el futuro. Sólo lo pregunto porque yo sí sigo sintiéndolo cada vez que miro a Kadir. Sé que estamos recién casados, pero me da la sensación de que seguiré sintiéndome así durante mucho tiempo.

Después de haber conocido el amor, pensaba que no podría haberse conformado con menos de lo que tenía con Kadir. ¿Cómo había podido pensar que podía planear cómo y con quién se enamoraría? Intentar detener el amor era como intentar detener a un tren en marcha.

Gracias por tus consejos, y por las historias acerca del amor a primera vista. Dentro de ocho meses, espero ser una madre tan buena como tú.
Te quiere,
Cassandra

Preparó la carta para echarla al correo. Kadir estaba en la ventana, mirando el mar. Cassandra fue a su lado, lo agarró por la cintura y se apoyó en él. Aquél era su lugar en el mundo, y no lo cambiaría por nada.

Cassandra no le había contado a su madre un hecho que quizás fuese insignificante. Quizás fuese sólo una coincidencia y podría parecerle una tontería. Aunque, para ella, no era una tontería.

Su marido era el dueño de un bonito caballo blanco.

Fin