La repudiada – Eliette Abécassis

Capítulo 23

Paciencia, paciencia, Amado mío, estoy ahí, voy a reunirme Contigo, voy hacia Ti. Yerro por las calles. Pronto llegará el alba. Ya es hora de que vaya a rezar. La oscuridad ha dado paso a la luz y apunta el día. Los leones dorados, sentados, se alejan, se alejan, se alejan. El macero pasa por entre las filas y se dirige lentamente hacia el Arca Santa. Se para, se pone el chal en la cabeza, coge la cortina con la punta de los dedos, se la acerca a los labios y la corre despacio. Lentamente, ase los batientes del Arca Santa.

Enfrente de mí está Natán al que miro emparedada detrás de la celosía, con las manos aferradas a la madera. Pienso en él, en todos los sueños en común, en el niño deseado. Me dejo llevar por el ensueño, no lo puedo evitar. Miro cómo reza Natán; ahora que rece, que se refugie en la oración, que se eleve solo ya que no ha podido hacerlo conmigo, que acceda a la cima de la colina, solo, tal y como él lo ha querido, que descubra por sí mismo si allí arriba, bien arriba, obtiene lo que creía ver desde abajo, sin mí. No lloro, es el final: me han amado, amado y adorado, amado y seducido, tiempo atrás, lo recuerdo, tiempo atrás, tiempo atrás…

He tirado toda mi ropa, he tirado mi ropa y también he pedido limosna con la mirada, he perseverado ante la más mínima esperanza, he incensado, he esperado, he dejado de esperar, he lavado la herida, esa gran sed de amor, he luchado, he contenido las lágrimas, he cambiado, he reaccionado, he envejecido, he dado todo lo que ya no tenía, lo he abandonado todo, lo he perdido todo, lo he abandonado todo, no tenía miedo, lo he cambiado todo, incluso yo misma he cambiado, he vivido en los recuerdos, no he renegado del pasado, he seguido el hilo de la memoria, he propagado las palabras de amor, he meditado durante mucho tiempo sobre la muerte del amor, he amado tanto, tanto, y lo he perdido todo. Camino en la oscuridad, ya no me quedan más fuerzas. Nos vamos deprisa, de repente, o bien no nos vamos nunca, nos vamos sin avisar, la masa aún no ha subido, el pan de libertad es un pan ácimo, un pan blanco y plano, un pan sin gusto, como la libertad lo es al principio, un pan de sufrimiento, nos liberamos de nuestras cadenas, por la noche y sin avisar, nos liberamos brutalmente o de ningún modo, y a mí el frío me ha sorprendido, y es el final del amor, me han amado, es el final del amor, amado y adorado, es el final del amor, amado y repudiado.

Y así, mi padre, que está de cara al Arca Santa, se da la vuelta para dirigirse al centro de la sinagoga. Y desde allí quiere hablar, decir algo, pronunciar un discurso, pero los hasidim no lo escuchan y sus caras no prestan atención a las palabras de un macero.

Pero mi padre, el macero, habla. Se expresa ante todos. Habla de la Torá y del santo Mandamiento de unión entre el hombre y la mujer. Afirma con vehemencia que Dios está presente cuando el hombre se une a la mujer en matrimonio y que nadie, no, nadie, puede separar a la mujer del hombre con el que comparte su vida.

De modo que todos callan y escuchan las palabras del alterado macero. Todos, excepto el Rav, que se vuelve para mirar a su hijo.

Capítulo 24

Mañana se celebrará la boda de Natán y Lía, hija de Rubén. Los novios se reunirán bajo la carpa, su carpa blanca, blanca como el Shabbat, blanca como el abrazo de los esposos durante el Shabbat, blanca como la paz del Shabbat. Blanca como la harina que amaso para hacer los panes del Shabbat, blanca como la masa, que se me pega en las manos cuando intento hacer una bola compacta para el pan y que sube una vez fermentada. Sí, blanca como esa masa que hago para el pan del Shabbat y que trabajo sin descanso para darle una forma aún más bonita, redonda y perfecta. Blanca como la llama de las velas que merma antes de azulear. Blanca como el sebo que se derrite alrededor de las mechas viviendo su último instante, como las llamas de las velas que se alargan, y las mechas que se doblan, y el resto de sebo que se funde y se desliza hilo a hilo, en la noche del Shabbat. ¡Que la oscuridad se instale, que las sombras se agranden y que las parejas se abracen! Blanca como el agua del baño ritual que me cubre los hombros y el pecho, y la espalda, que hay que examinar para ver si no hay rasguños, rojo sobre blanco, y pásame, pásame una vez más la mano por la planta de los pies y por las uñas de las manos, y pásame, sí, pásame una vez más la mano por la espalda. Sí, me he puesto el paño bien a fondo, sí, he contado siete días, sí, el paño estaba completamente limpio, sin mancha. ¿Por qué el examen dura tanto conmigo?

Dueño del mundo, practico, con toda mi buena intención, el cumplimiento de la ley de la inmersión para obtener la pureza. La busco. Quiero ser fiel a Tus leyes. Como el agua del baño que me purifica, rezo para lavar mis pecados y mis faltas, y de este modo, toda la tristeza que habita en mí. Me sumerjo en tu agua blanca, cierro los ojos, me quedo en el fondo, muy en el fondo, porque ya no quiero volver a subir; las grietas negras de la cisterna y el agua clara son mi chal, mi chal de oraciones… En lo más profundo, me cubro con el chal de agua, de rayas negras o azules, como los renglones trazados en una hoja blanca. Cojo los flecos y cuento el número de nudos y de ribetes: veintiséis.

Capítulo 25

De mi boda no queda más que la sábana. Me la he traído. La miro con atención. La cojo, me estiro cuan larga soy en la cama y me la pongo encima. Cubierta con la sábana, me levanto. Otra mujer en mi lugar, en mi casa, en mi cama, con mi marido. Me es insoportable. Sus brazos blancos, tan blancos, su torso blanco, su vientre y después todo lo demás…, a través de la sábana, todavía los veo, los siento en mi cuerpo. La sábana tiene su olor, el olor de su cuerpo.

Es medianoche. Me levanto y camino como una sonámbula. Yerro por las calles. Caminando, sueño con él, lo llamo desde mi corazón, donde todavía albergo la sonrisa de sus labios, como la que descubrí cuando lo vi por primera vez. Sí, un rayo de luz, que nos iluminaba con su blancura absoluta, se posó sobre nosotros.

Hace diez años. Me acuerdo de mi noche de bodas. Mi sangre salpicó el vestido. Lo lavaré, sí, lo lavaré en un lugar santo. Me he vuelto a poner el vestido de lino. El fuego del altar arde sin consumirse, así lo exige el precepto. En el lugar donde él me amó, me inmolaré y así estaremos juntos por toda la eternidad.

Así transcurre la vida, unas veces blanca, otras veces roja. Blanca como la flor de lis como la alcoba como la piedra blanca de Jerusalén. Roja como la fruta roja como el sol erubescente roja como la cólera roja como la sangre que cubre las sábanas blancas. Blanca como las sábanas y los velos del matrimonio… Blanca como el alma de mi marido, hilo blanco con el cual tejí mi vida. Blanca y roja como la sábana como el velo agujereado el sudario que envuelve mi cuerpo para siempre. Blanca como la frente lívida de la mujer abandonada, como el sudario, su sábana, como la cortina sobre nuestra cama de matrimonio, velo sábana vestido femineidad canto y alma así soy yo.

Capítulo 26

Paciencia, paciencia, Amado mío, estoy ahí, voy a reunirme contigo, te deseo, quiero morir de amor. Salgo, me cuelo por las calles estrechas. Soy casi un fantasma. Ya no quiero hablar ni responder. Me encamino hacia el silencio. Caminando sueño contigo, desde el fondo de mi corazón te llamo. En mi corazón habita la sonrisa de tus labios, blanca como el Shabbat, como las cien puertas hieráticas, como la piedra de Jerusalén, como la luz del signo inefable.

Me levanto, camino, es medianoche, voy a mi casa, a tu casa, a nuestra casa, me acuesto a tu lado, en la alcoba, en mi sitio, en su cama, mi cama, nuestra cama. Tus brazos blancos, tan blancos, tu torso blanco, tu vientre, tus manos, los beso. Me estiro cuan larga soy a tu lado, estrecho tu cuerpo. Ya no quiero volver a levantarme, aspiro a la muerte y la muerte me ansia, no puedo luchar, me arrastra una gran fuerza, quiero morir, quiero morir, ya que sólo la muerte puede igualar nuestro éxtasis y nuestro éxtasis fue fuerte como la muerte, voy a estirarme, subyugarme, apagarme cerca de ti, mi último aliento será para ti, oh, tú, mi luz, me sumerjo en las profundas aguas de tus besos, me quedo en el fondo, muy en el fondo, donde el agua es clara como el chal de oraciones, veo cómo me cubre, cómo me absorbe, cómo me arrastra para no volver más, paciencia, ya voy, en la nave de arcilla puesta en franquía, arrebatada por el torrente de lágrimas secas, me adentro hacia la oscuridad, voy hacia ti, una vez más, déjame beberlo una vez más, el vino del amor, el vino de la muerte, déjame colarme en la alcoba que es nuestra carpa, nuestra carpa de citación, por la noche hasta el alba, que me queme, que el fuego del altar me lleve, me he quitado el vestido de lino, estoy cerca de ti, estamos juntos para siempre, así ha transcurrido y terminado mi vida, blanca como los velos del matrimonio, como la cisterna de lluvia, el cuerpo que cubre mi cuerpo, unida a mi Amado, en su interior, así muero de amor así muero.

***

[1] Miembro del hasidismo, comunidad judía ortodoxa influida por la Cábala y de carácter profético. Visten siguiendo un estricto ritual y viven en comunidad. (N. de la T.)

[2] Intérprete y estudioso de la Torá y el Talmud, jefe espiritual de los hasidim, de notable influencia. (N. de la T.)

[3] Escuelas de estudios religiosos superiores. (N. de la T.)

[4] Fiesta de la expiación o del perdón. (N. de la T.)

[5] Sombrero de alas anchas que llevan los hasidim. (N. de la N.)

[6] Cena que los hasidim hacen los viernes por la noche, después de la cual cantan y bailan arrebatadamente. (N. de la T.)

[7] Santuario donde se guardan las Tablas de la Ley. (N. de la T.)

[8] Oración final del Yom Kippur. (N. de la T.)

[9] Cuerno de carnero con el que se tocan durante la Neilah los cuatro sonidos de purificación que indican el final del ayuno. (N. de la T.)

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

Eliette Abécassis

El 27 de enero de 1969, Eliette Abécassis nace en Estrasburgo, en una familia judia sefardí de origen marroquí. Su padre, Armand Abécassis, profesor de filosofia en la Facultad de Burdeos, es uno de los mayores pensadores contemporaneos sobre el tema del judaísmo. Es el autor de la obra Pensamiento judio. Crece así, Eliette en un ambiente de religión y cultura judías, siendo ella muy practicante.

En 1993, consigue la licenciatura en filosofía en la Facultad Herni IV de París y en 1996 publica su primera novela Qunram. Una novela policiaca metafísica, donde un joven judio ortodoxo investiga sobre unos misteriosos homicidios relacionados con la desaparición de manuscritos del Mar Muerto. Tendra un éxito inmediato. Se venden mas de 100.000 ejemplares y el libro se traducirá en 18 idiomas. Un año después publica El oro y la ceniza y comienza a impartir clases de filosofía en la facultad de Caen. En 1998 se traslada durante 6 meses al barrio ultra-ortodoxo de Mea Shearim en Jerusalen, para escribir el guión de Kadosh, una película israelí de Amos Gital que fue nominada en Cannes para el mejor guión. En este guión se inspiró su novela La repudiada (2000).

En marzo de 2001 recibe el premio de los Escritores Creyentes (concurso creado en Francia en 1979) y en junio de ese año se casa en Jerusalén. Actualmente, trabaja en la realización de la tercera parte de su serie “metafisica” comenzada en 1998.

La Repudiada

La repudiada nos lleva al corazón de Meah Shearim, el barrio de los hasidim, los judíos ortodoxos de Jerusalén, para contarnos la historia de una mujer joven repudiada por su marido por no haber podido darle un hijo. La autora nos describe un retrato profundo y sensible de una mujer sometida a un claustrofóbico integrismo que la obliga a cumplir resfriadamente la ley en nombre de Dios.

La repudiada es una novela breve, y precisamente es en su concisión en donde encuentra toda su fuerza y belleza dramáticas. Un doliente testimonio lleno de poesía y de pasión destinado a mostrar a los lectores la cara terrible del fanatismo religioso.

«La protagonista nos habla en nombre de todas aquellas mujeres amadas y abandonadas por integrismo religioso o rechazo social. Un canto de desamor imposible.» Le Matin