La casa de los mil pasillos (El castillo ambulante, #3) – Diana Wynne Jones

«Me gusta más como hombre —pensó—. ¡Ahora entiendo porque a Sophie le molestaba tanto Twinkle!». Mientras tanto, Waif se estiró y puso las patas sobre las gafas colgantes de Charmain para lamerle la barbilla. Charmain le frotó las orejas y le acarició el pelo de la cabeza mientras escuchaba lo que la madre de Peter tenía que decir.

—Como ya sabéis —comenzó la bruja—, me casé con mi primo Hans Nicholas, que en aquel momento era el tercero en la línea de sucesión al trono de High Norland. Yo era quinta, aunque, en realidad, las mujeres no contábamos y, además, lo único que yo quería en el mundo era ser bruja profesional. Hans tampoco estaba interesado en ser rey. Su pasión era escalar montañas y descubrir cuevas y nuevos pasos en los glaciares. Nos alegró bastante saber que nuestro primo Ludovic sería el heredero al trono. A ninguno de los dos nos caía bien y Hans siempre decía que Ludovic era la persona más egoísta y falta de sentimientos que conocía, pero los dos pensamos que, si nos íbamos y no mostrábamos interés alguno en el trono, no nos molestaría.

»Así que nos mudamos a Montalbino, donde monté mi oficina de bruja y Hans se convirtió en guía de montaña, y fuimos muy felices hasta poco después de nacer Peter, cuando se hizo terriblemente evidente que nuestros primos estaban cayendo como moscas. Y no sólo morían, sino que también se decía que eran perversos y que morían a causa de su maldad. Cuando mi prima Isolla Matilda, que era una niña encantadora y adorable, fue asesinada mientras supuestamente intentaba, a su vez, matar a alguien, Hans no tuvo dudas de que quien lo estaba haciendo todo era Ludovic. «Está matando sistemáticamente a todo el resto de herederos al trono —dijo—. Y, al hacerlo, está también manchando nuestro buen nombre».

»Empecé a temer por Hans y Peter. En aquel momento, Hans era, tras Ludovic, el siguiente en la línea sucesoria, y Peter iba después. Así que agarré mi escoba voladora, me até a Peter a la espalda y volé hasta Ingary para hablar con la señora Pentstemmon, quien me había enseñado las artes para ser bruja. Creo —dijo la bruja mirando a Howl— que también te enseñó a ti, mago Howl.

Howl le obsequió con una de sus deslumbrantes sonrisas.

—Eso fue mucho después; yo fui su último alumno.

—Entonces sabrás que ella era la mejor —dijo la bruja de Montalbino—. ¿Estamos de acuerdo?

Howl asintió.

—Podías creer cualquier cosa que ella dijese —siguió la bruja—. Siempre tenía razón —Sophie asintió a eso, un poco arrepentida—. Pero cuando le pregunté —dijo la bruja—, no estaba segura de que pudiese hacer otra cosa que coger a Peter e irme muy lejos. A Inhico, me propuso. Yo le dije: «¿Y Hans?». Y ella coincidió conmigo en que tenía motivos para preocuparme. «Dame medio día para encontrar la respuesta —me pidió, y se encerró en su taller. Menos de medio día después, salió casi con un ataque de pánico. Jamás la había visto tan contrariada—. Querida —me dijo—, tu primo Ludovic es una criatura malvada llamada lubbockin, descendiente de un lubbock que merodea por las colinas que separan High Norland de Montalbino, y está haciendo exactamente lo que tu Hans sospechaba, sin duda con la ayuda del lubbock. ¡Tienes que irte corriendo a tu casa de Montalbino! Recemos para que llegues a tiempo. Y bajo ningún concepto le cuentes a nadie quién es tu pequeñín, no se lo digas ni a él ni a nadie, o el lubbock intentará matarlo a él también».

—Ah, ¿por eso no me lo habías contado nunca? —preguntó Peter—. Deberías haberlo hecho. Yo sé cuidar de mí mismo.

—Eso es exactamente lo que el pobre Hans pensaba —replicó su madre—. Debería haberle obligado a venir a Ingary con nosotros. Y no interrumpas, Peter. Casi me haces olvidar lo último que me dijo la señora Pentstemmon, que era: «Hay una salida, querida. En tu tierra natal hay, o había, una cosa llamada regalo élfico que pertenece a la familia real y que tiene el poder de mantener a salvo al rey y al país entero con él. Ve a pedirle al rey de High Norland que le preste a Peter el regalo élfico. Eso lo protegerá». Así que le di las gracias, volví a colgarme a Peter a la espalda y volé todo lo deprisa que pude de vuelta a Montalbino. Quería pedirle a Hans que me acompañase a High Norland a pedir el regalo élfico, pero cuando llegué a casa me dijeron que Hans había subido a Gurtterhorns con un equipo de rescate de montaña. En aquel momento tuve una terrible premonición. Salí volando directamente a las montañas con Peter aún a la espalda. Para entonces, él lloraba de hambre, pero no me atrevía a parar. Y llegué justo a tiempo de ver al lubbock provocar la avalancha que mató a Hans.

La bruja paró en ese punto como si no pudiese seguir. Todo el mundo esperó respetuosamente a que tragase saliva y se secase los ojos con un pañuelo de colores. Después, bajó los hombros con eficiencia y continuó:

—Rodeé a Peter de protecciones mágicas lo más fuertes posible. Le dejé crecer en el mayor de los secretismos y ni siquiera me importó cuando Ludovic empezó a contarle a todo el mundo que me habían encerrado por loca en los calabozos de Castel Joie. Eso quería decir que nadie sabía de la existencia de Peter. Y al día siguiente de la avalancha, dejé a Peter con una vecina y vine a High Norland. Seguramente, tú te acuerdas, ¿verdad? —le preguntó al Rey.

—Sí, me acuerdo —asintió el Rey—. Pero no me contaste nada de Peter o de Hans y no tenía ni idea de que el tema fuese tan triste y urgente. Y, por supuesto, no tenía el regalo élfico. Ni siquiera sabía qué aspecto tenía. Lo único que hiciste fue provocar que junto con mi buen amigo el mago Norland, aquí presente, empezásemos a buscar el regalo élfico. Llevamos ya trece años buscándolo. Y no hemos llegado demasiado lejos, ¿verdad, William?

—En realidad, no hemos llegado a ningún sitio —coincidió el tío abuelo William desde su silla y rio entre dientes—. Pero la gente sigue pensando que yo soy un experto en regalos élficos. Algunos, incluso, dicen que el regalo élfico soy yo y que yo protejo al Rey. Y yo protejo al Rey, por supuesto, pero no del mismo modo en que lo haría un regalo élfico.

—Ese es uno de los motivos por los que te mandé a Peter —dijo la bruja—. Siempre cabía la posibilidad de que los rumores fuesen ciertos. Y yo sabía que, en cualquier caso, tú podrías cuidar de Peter. Yo misma he estado buscando el regalo élfico durante años porque pensaba que seguramente podría librarnos de Ludovic. Beatrice de Strangia me dijo que el mago Howl, de Ingary, era el mejor adivinador del mundo, así que fui a Ingary a pedirle que lo encontrara.

El mago Howl echó hacia atrás su rubia cabeza y se echó a reír.

—¡Y tienes que admitir que lo he encontrado! —dijo—. Contra todo pronóstico, ahí está, sentado en las rodillas de la señorita Charming.

—¿Qué…? ¿Waif? —preguntó Charmain. Waif meneaba la cola con expresión tímida.

Howl asintió.

—Exactamente. Tu pequeña perra mágica —se volvió hacia el Rey—. ¿No mencionan sus archivos un perro por ningún lado?

—Muy a menudo —contestó el Rey—. Pero no tenía ni idea… Mi bisabuelo le hizo un funeral de estado a su perro cuando murió y yo me limité a preguntarme a qué venía tanto revuelo.

La princesa Hilda carraspeó levemente.

—Por supuesto, la mayoría de nuestros cuadros han sido vendidos —dijo—, pero yo recuerdo que muchos de los reyes anteriores habían sido retratados con perros a su lado. Aunque en general tenían un aspecto más… esto… noble que Waif.

—Supongo que los hay de todas las formas y tamaños —intervino el tío abuelo William—. Me da la sensación que el regalo élfico es algo que heredan algunos perros, y los reyes antiguos olvidaron cómo criarlos correctamente. Ahora, por ejemplo, cuando Waif tenga sus cachorros a finales de año…

—¿Qué? —exclamó Charmain—. ¿Cachorros? —Waif volvió a menear la cola y puso una expresión aún más recatada. Charmain levantó el mentón de Waif y la miró inquisitivamente a los ojos—. ¿Con el perro del cocinero? —Waif parpadeó tímidamente—. ¡Oh, Waif! —se lamentó Charmain—. ¡Sólo Dios sabe la pinta que tendrán!

—Sólo podemos esperar —dijo el tío abuelo William—. Uno de los cachorros podría heredar el regalo élfico. Pero hay otra cosa importante, querida: Waif te ha adoptado a ti, y eso te convierte en la guardiana del regalo élfico de High Norland. Además, la bruja de Montalbino me ha contado que El livro del palimpsesto también te ha adoptado; es así, ¿verdad?

—Esto… yo… eh… Me dejó hacer algunos de sus hechizos —admitió Charmain.

—Entonces está decidido —resolvió el tío abuelo William acurrucado cómodamente en los cojines—, vendrás a vivir conmigo como mi aprendiz de ahora en adelante. Tienes que aprender a ayudar a Waif a proteger el país correctamente.

—Oh… sí… pero… —balbuceó Charmain—. Madre no me va a dejar… Dice que la magia no es respetable. Aunque seguramente a mi padre no le importará —añadió—. Pero mi madre…

—Yo la convenceré —repuso el tío abuelo William—. Si hace falta, mandaré a tía Sempronia.

—Mejor aún —dijo el Rey—: haré un Decreto Real. Tu madre quedará impresionada. Es que te necesitamos, querida.

—Sí, ¡pero yo lo que quiero es ayudaros con los libros! —exclamó Charmain.

La princesa Hilda volvió a carraspear con suavidad.

—Yo estaré muy ocupada —dijo— redecorando y renovando la mansión —el lingote de oro estaba en el suelo a sus pies. Le dio un suave golpecito con el zapato—; volvemos a ser solventes —añadió con alegría—. Propongo que me sustituyas en la biblioteca para ayudar a mi padre dos veces por semana, si el mago Norland te lo permite.

—¡Oh, gracias! —dijo Charmain.

—Y en cuanto a Peter… —continuó la princesa.

—No hace falta que te preocupes por Peter —la interrumpió la bruja de Montalbino—. Me quedaré con Peter y Charmain a cuidar de la casa, al menos hasta que el mago Norland se recupere. A lo mejor me quedo para siempre.

Charmain, Peter y el tío abuelo William intercambiaron miradas de terror. «Entiendo que sea tan eficiente, se quedó sola a cargo de Peter, al que tenía que proteger —pensó Charmain—. Pero si ella se queda en esa casa, ¡me vuelvo con madre!».

—De ninguna manera, Matilda —replicó la princesa Hilda—. Peter es responsabilidad nuestra, ahora que está claro que es nuestro príncipe heredero. Peter vivirá aquí e irá a casa del mago Norland a sus clases de magia. Tú tienes que volver a Montalbino, Matilda. Allí te necesitan.

—Y los kobolds nos ocuparemos de la casa como siempre habíamos hecho —dijo Timminz con su vocecilla aguda.

«¡Bien! —pensó Charmain—. A mí aún no se me dan bien las tareas del hogar, y creo que a Peter tampoco».

—Bendito seas, Timminz, y tú también, Hilda —murmuró el tío abuelo William—. Sólo de pensar en tanta eficiencia en mi casa…

—Estaré bien, mamá —aseguró Peter—. Ya no tienes que protegerme.

—Si estás seguro —dijo la bruja—, a mí me parece…

—Bueno —intervino la princesa Hilda con al menos tanta eficiencia como la bruja—, ya sólo nos falta despedirnos de nuestros generosos, útiles y algo excéntricos invitados, y agitar los brazos mientras su castillo se eleva. Vamos todos.

—¡Ups! —exclamó Calcifer, y salió disparado por la chimenea.

Sophie se levantó y le sacó el dedo de la boca a Morgan. Este se despertó, miró alrededor, vio a su padre y volvió a mirar. Su rostro se arrugó:

Dwinkle —dijo—. Dwinkle, ¿dónde? —y se puso a llorar.

—Mira lo que has conseguido —le espetó Sophie a Howl.

—Siempre puedo volver a convertirme en Twinkle —sugirió Howl.

—Ni se te ocurra —contestó Sophie, y salió por el húmedo pasillo tras Sim.

Cinco minutos después estaban todos reunidos en la escalera de entrada de la mansión para ver a Sophie y Howl tirar del enfadado Morgan, que estaba llorando, para meterlo por la puerta del castillo. Cuando se cerró la puerta que amortiguaba los gritos de «Dwinkle, Dwinkle, Dwinkle», Charmain se inclinó y le murmuró a Waif, a quien tenía en brazos:

—¿Así que protegías el país? ¡Y yo ni me di cuenta!

Para entonces, la mitad de los habitantes de High Norland estaba reunida en la plaza Real para ver el castillo. Todos miraron incrédulos cómo el castillo se elevaba un poco sobre el suelo y se dirigía tranquilamente a una calle hacia el sur. En realidad, era apenas un callejón.

—¡No pasará! —decía la gente.

Pero, de algún modo, el castillo se estrechó para pasar por el angosto hueco y siguió adelante hasta perderse de vista.

Los habitantes de High Norland lo vitorearon.

***

Notes

[1] Charming en inglés significa «adorable», «encantadora». (N. de la T.)